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sábado, 23 de octubre de 2010

Un compromiso eterno con la pureza: La Fiesta de Las Marías de Guía

Si por algo se caracterizan las Fiestas de las Marías en Guía es por su seriedad y por el respeto a la tradición. En estos tiempos, cuando en cada esquina se organiza una romería que suele terminar en bacanal, los guienses han sabido mantener la pureza de su fiesta votiva y toda la Isla sabe que a esta fiesta no se puede ir en plan machango. La misma fiesta, en el modo que tiene los guienses de celebrarla, echa fuera al advenedizo, de tal manera que, o te integras con ellos y como ellos, o coges la chaqueta. El cronista oficial, Pedro González Sosa, ya se refiere a esta fiesta como "espontánea y extremadamente sencilla" y el mismo Néstor Álamo, que la vivió durante varios años, la define como «una fiesta que tiene en sus posos más recónditos algo electrizante y esencialmente popular que ninguna otra reviste. No es una fiesta de parrandas ni ventorrillos, ni de alegre. Es algo enhiesto, altivo y como aislado por la fe y la verdad. Han pasado muchos años desde entonces, se han producido cambios significativos, como la puesta en marcha de la romería, que el investigador Alejandro C. Moreno, sitúa en 1965, posterior a la del Pino, pero no se ha cambiado la esencia de una fiesta que consistía en la bajada de la rama el sábado, víspera de la celebración, quedando depositada en la explanada del hospital hasta bajar el domingo hasta la plaza, a los pies de la Virgen, siempre a los sones de tambores, cajas de guerra y cuernos de caza. Después venían la misa, la procesión y el final de la fiesta. Con ligeras variantes, esta es la costumbre que los Mayordomos de la Virgen tienen la sagrada obligación de guardar para las futuras generaciones canarias.

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