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domingo, 31 de octubre de 2010

viernes, 29 de octubre de 2010

La Basílica de Nuestra Señora del Pino ha cumplido 250 años


Llevaba nueve años en las Islas Canarias como obispo, Fray Valentín de Morán y Estrada, cuando el 15 de febrero de 1760 decretaba la clausura por ruina del templo que desde 1600 albergara en Teror la santa imagen de Nuestra Señora del Pino. Dos días antes afirmaba la necesidad de un nuevo edificio que, en justicia, diera custodia a la Virgen.

Al mes siguiente Fray Valentín comenzaba la cuestación de fondos para tal fin con un donativo propio de 1500 pesos, al que seguirían sumándose otros muchos. Por ello, y ejecutando lo ordenado por Morán, el 14 de julio de 1760 se dieron los primeros golpes de azada que iniciarían las obras de los cimientos de la futura iglesia.

Nada más comenzar, pudo rápidamente comprobarse lo poco apropiado del suelo terorense para la construcción y que, antes y después, tantos edificios ha arruinado en la Villa. No por ello se arredró el obispo y la obra continuó, tomándose las decisiones que fueron, desde dejar de regar las huertas cercanas al solar, a la utilización de la madera de los pinos de nuestras cumbres.

El obispo Morán firmó el 20 de julio, en Santa Cruz de Tenerife, el decreto comisionando a don Estanislao de Lugo para que bendijera el solar y colocara la primera piedra. Don Estanislao de Lugo-Viña y Franchi-Alfaro, destacada personalidad de la iglesia canaria de entonces, había nacido en 1708 en Tenerife, y era canónigo y Dignidad de Tesorero de la Santa Iglesia Catedral, Juez Apostólico del Tribunal de la Santa Cruzada, Gobernador Eclesiástico, Provisor y Vicario General del Obispado.

En cumplimiento del decreto, dos semanas más tarde, el martes 5 de agosto, cuando la Iglesia católica celebra la festividad de la Dedicación del Templo y Nuestra Señora de las Nieves, Estanislao, acompañado de eclesiásticos, autoridades civiles y el pueblo de Teror, se dirigió, siguiendo lo establecido por el Ritual Romano, "procesionalmente con cruz y ciriales al sitio dónde debía fijarse el Altar mayor de la nueva iglesia…" y precisamente allí, en el centro de los cimientos de la pared trasera a dicho altar se colocó la primera piedra.

El canto, tal como se dejó constancia en acta, estaba labrado en cuadro con cruces esculpidas en sus caras. Después de bendecirlo, el maestro de obra lo colocó con cal en el centro del cimiento. Acontinuación, Estanislao bendijo todo el resto del solar. Inmediatamente comenzaron las obras, y vista la entrega absoluta con que el pueblo las acometía y la cantidad de extraños fenómenos que ocurrían en el entorno de las mismas, Lugo recibió el encargo del obispo de que se tomase relación, dejando constancia de los mismos, por si podían ser atribuidos a divina intervención.

El edificio tardó siete años en concluirse y Morán, ausente de las islas desde 1761, no llegó a verlo. El obispo Delgado y Venegas lo inauguró el 28 de agosto de 1767. Un prebendado de entonces, Diego Álvarez de Silva, dejó constancia de todo lo que aquel día sucedió. Alegría en celebración de un grandioso templo que muy pronto comenzó a dar quebraderos de cabeza al clero y al pueblo de Teror. Tan sólo habían pasado veinte años desde su terminación, cuando el edificio mostraba grietas en sus muros, y en 1801 su ruina era ya evidente. El obispo Verdugo lo clausuró en 1803 y así estuvo hasta 1810. Al pueblo de Teror, que se mantuvo siempre firme en defensa del templo, se le debe el que el edificio haya llegado hasta nuestros días. Las obras realizadas por el Ministerio de la Vivienda entre el 3 de mayo de 1968 y el 16 de diciembre de 1969 consolidaron su estructura ya para siempre y su bellísima arquitectura sigue siendo hoy como ayer una parte importante del acervo patrimonial y artístico de Canarias.

Pero todo este proceso forma parte de otra historia, digna, por otra parte, de más profundo estudio. Esta inminencia de ruina que durante dos siglos persistió como amenaza permanente sobre el templo, hizo exclamar al Ministro de la Vivienda, Martínez Sánchez-Arjona, en visita a fines de 1968 que "el mayor milagro que ha hecho la Santísima Virgen del Pino a través de los siglos ha sido que esto no se haya hundido estrepitosamente".

jueves, 28 de octubre de 2010

Historia de una aparición milagrosa: Aparición de la Virgen del Pino


Los aborígenes contaron a los conquistadores que sus antepasados y ellos veían aparecer la Virgen en el Pino gigante de Teror. La virgen fue coronada canónicamente en 1905. En 1914 fue declarada patrona de la Diócesis de Canarias. En el camarín se encuentra una talla sevifiana del siglo XV. Tiene más de diez vestidos.

Las apariciones de la virgen se narran en los libros de Historia, haciendo casi siempre referencia a la imagen de la virgen reflejada en un pino. Según plantean en sus recopilaciones Ignacio Quintana y Santiago cazorla en su libro "La Virgen del Pino en la Historia de Gran Canaria", en una de las narraciones, que los antiguos pobladores canarios contaron a los conquistadores, hacía más de cien años que sus antepasados y ellos estaban viendo en el pino gigante de la villa de Teror una rara maravilla, una claridad agradable y continuada, una estrella de mucho resplandor que en las noches iluminaba los valles y doraba cumbres y montes. Un personaje maravilloso que bajaba de un pino y hacía procesión en círculo, acompañado de luces alrededor de él. Dicen que los cristianos no creían a los aborígenes canarios. Pero cuando vieron por tres noches continuadas repetidas luces sin saber la causa, cambiaron de actitud.

Según la tradición la Virgen apareció en un pino gigante de la Villa de Teror, como una estrella de mucha luz.

Después de conquistada la Isla y cuando se comenzó el reparto de tierras subieron a Teror los conquistadores a estudiar el prodigio, en compañía de isleños conocedores del lugar. Cuando vieron en Teror la imagen de la Virgen en el pino, corrieron al Real de Las Palmas a contar al Obispo Juan Frías lo sucesivo. El mismo se personó en el lugar, pero al levantar la vista al árbol, no vio luces, pero si la imagen que hoy se venera. Estaba sobre una piedra, rodeada de dragos y culantrillo. Al día siguiente ya no encontraron a la imagen en lo alto, sino en lo bajo del pino. Hicieron en tonces una iglesia de piedra arrimada al árbol.

El camarín se construyó en 1660 para ocultar a la Virgen de las miradas del público al vestirla y desvestirla.

Otros, los menos, quitan al fenómeno de aparición de la Virgen el carácter sobrenatural y hasta hacen referencia a personas que la trajeron de la Peninsula. Después la historia se sigue bifurcando en diferentes versiones.

En 1914 la Virgen fue declarada patrona de la Diócesis de Canarias. La Virgen fue coronada canónicamente en 1905. En el camarín de la Basílica de Nuestra Señora del Pino se encuentra situada la talla sevillana del siglo XV (coincidiendo con la fecha de la aparición). Aunque la imagen del Pino es una escultura completa vestida y con un niño, desde tiempo inmemorial siempre se ha vestido. El camarín que se construyó en 1660 se hizo para ocultar a la Virgen de las miradas del público al vestirla y desvestirla. Don Juan Ruiz Simón ordenó en 1707, que al tiempo de desvestirla no estuvieran presentes sino el cura, el sacristán y la camarera. La Virgen posee en la actualidad, unos diez vestidos (aunque solo usa siete), entre los de diario y los de las grandes ocasiones. La imagen ha sido bajada en 47 ocasiones. Según la tradición, la Virgen es considerada Capitán General de canarias, convirtiéndose así en Patrona y Capinata General del Ejército en las Islas Canarias.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Caminitos reales a Teror


El sentir religioso de los canarios hacia la Virgen del Pino ha ido tejiendo a lo largo de la historia una red de caminos reales que conducen a Teror desde todos los lugares de la isla. Aunque la mayoría se confunden hoy día con tramos de carreteras asfaltadas, la tradición y las peregrinaciones anuales los han mantenido cruzando las montañas y barrancos.

El camino real que comunicaba Las Palmas de Gran Canaria con la Villa Mariana es quizá uno de los más importantes y transitados en el pasado, no sólo por los peregrinos, sino por los vecinos y comerciantes que se trasladaban por esta antigua vía desde Teror hasta la capital. Este itinerario se iniciaba en el barrio de San Nicolás, en Las Palmas de Gran Canaria, pasando por San Francisco, Lomo Apolinario, Cruz de Piedra, Los Tarahales, Almatriche y San Lorenzo. Sin embargo, recomendamos que se comience el itinerario desde San Lorenzo tomando el camino por el barrio de El Román, ya que el tramo hasta la ciudad está actualmente desdibujado por múltiples carreteras y autovías. El número 335 de guaguas Global le lleva desde Las Palmas de Gran Canaria a San Lorenzo. Desde El Román ascienda por un tramo de camino real que lleva hasta San José del Álamo, atravesando tramos de senderos originarios. Ya en el municipio de Teror el itinerario se desarrolla en su mayor parte por carretera atravesando los barrios de Lo Blanco y el Hornillo, donde encontrará otro tramo de camino real originario hasta llegar al Puente del Molino. El último tramo de la ruta lo configura la subida del Camino de la Fuente, hasta llegar a la Basílica. Este camino se denominó de Mar a Cumbre, porque se prolongaba desde Teror hasta la Cumbre, siguiendo la Calle Herrería y atravesando Valleseco por Lanzarote y Calderetas hasta Los Llanos de la Pez, La Goleta, Ayacata, Cruz Grande, llegando a Tirajana.

Otro de los caminos destacados de peregrinación a la Basílica del Pino es el que llega desde el norte de Gran Canaria, partiendo desde Gáldar y atravesando toda la costa hasta Arucas, por donde el camino se introduce hasta Teror. El tramo de itinerario desde Arucas es uno de los más utilizados por los peregrinos. El punto de partida se puede fijar en la Plaza de San Juan, junto a la imponente Iglesia neogótica de Arucas. Desde aquí se des ciende por la calle Osario hasta el cruce con la carretera de Teror y en dirección hacia Visvique, pasando el Puente del Pino. Una vez llegado a este barrio de Arucas se abandonará la carretera general para tomar varios atajos que ahorrarán algún kilómetro de curvas. El primero de estos atajos arranca después de dejar Visvique, en la primera curva pronunciada y nos lleva a través de una de las calles de Santa Flora nuevamente a la carretera general. Se desciende unos pocos metros hacia Arucas para tomar un nuevo atajo hasta la Vuelta del Francés. Frente a la parada de guagua tomamos otro atajo que continuaremos por pista hasta el Picacho, donde volveremos a retomar la carretera hasta la entrada de El Palmar. Desde aquí se sube a Los Granadinos y el camino transcurre junto a la Finca de Osorio hasta llegar a San Matías y Teror.

Aunque el camino de la cumbre atraviesa el centro de la isla y se prolonga a la zona sur hacia San Bartolomé, Santa Lucía, Mogán y Agüimes, tomaremos como punto de partida de este itinerario la Cruz de Tejeda, lugar donde se juntaban los peregrinos que llegaban de Tejeda con los procedentes del sur de la isla. Desde este punto se asciende por el sendero que va por la vertiente oriental del Monte Constantino hasta la carretera, en la degollada de Cruz Chica. Se cruza y se toma el camino que desciende por el Barranquillo de los Peñones hasta Cueva Corcho. Una vez en la carretera se avanza unos metros para luego tomar el sendero que sube a la derecha y que continúa bajo el pinar por Calderetas con rumbo a Tierras Blancas. Luego se prosigue por la carretera hacia el Lomo de Madrelagua. En este punto se toma una pista de tierra que se encuentra a la derecha y que desciende hacia el barranco del Chorrito pasando bajo el Risco de la Hiedra hasta el barranco de Madrelagua. Se cruza el puente y se continúa por el camino de los Naranjeros subiendo hasta la carretera que enlaza con la Culata. Durante un kilómetro aproximadamente se sigue esta carretera hasta Las Cuevas, y se coge a la izquierda el camino que desciende al barranco con dirección hacia las Casas de la Vuelta y luego a Las Rosadas. Se continúa por la carretera hasta llegar a la GC-21. Luego se desvía a la derecha y desciende por un camino hacia La Cuesta de Los Tanques y Los Llanos hasta conectar con la carretera general que lleva de San Mateo a Teror.

martes, 26 de octubre de 2010

El hogar de la Patrona de la Diócesis de Canarias



La Basílica de Nuestra Señora del Pino, terminada de construir en 1767 es el centro de mayor peregrinación de Canarias.

Uno de los rincones grancanarios de mayor representación isleña es el casco de Teror, donde se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Pino, centro de peregrinación de los habitantes de la Isla, que celebran el 8 de septiembre su festividad.

Abierta a una bella plaza, la Basílica se encuentra rodeada de varias edificaciones hermosas, vetustas y señoriales, que con sus balcones se asoman a contemplar las incesantes visitas que los canarios hacen a la Virgen.

El templo que hoy se contempla no es el primero erigido en la zona donde, según la tradición se encontraba el pino sagrado donde apareció la imagen. La primitiva iglesia era fundación del obispo Fernando Vázquez de Arce y se incorporó a la Catedral en 1514. Era al parecer un edificio de una sola nave, con espadaña para la campana, una pila bautismal en piedra colorada, aún conservada, un retablo viejo de madera y unos pocos bancos.

Con posterioridad, el arquitecto Villanueva construyó una capilla mayor, añadida a la obra anterior. Tras diversas transformaciones, en 1718 ocurrió un grave incendio, provocado por una explosión de pólvora en la sacristía, que dañó seriamente el templo. Seguidamente se iniciaron las obras de reconstrucción que, según documentos, duran varios años. Pese a ello, en 1760, se clausura el templo por hallarse en estado ruinoso.

Según los planos del arquitecto militar Antonio de la Rocha, se comienza a edificar en 14 de julio de 1760, que se finalizó en 1767, dedicándose solemnemente el 28 de agosto de ese mismo año. En 1783, ya fallecido el arquitecto, interviene el canónigo Diego Nicolás Eduardo en el trazado de la escalera de acceso al camarín.

No acaban aquí las vicisitudes, ya que a principios del siglo XIX el templo ofrecía peligro de ruina, por lo que se procedió a su restauración, según planos de Lorenzo de Cáceres en base a información solicitada a Luján Pérez. La Basílica ha recibido varias restauraciones a lo largo de su historia en 1810, 1854, 1860 y sobre todo en 1969. Posee una cubierta de dos aguas, tres naves enmarcadas con 14 arcos de medio punto sostenidos por columnas y pilastras, con tres puertas en la fachada y dos laterales, con ventanales y vidrieras que representan los misterios del rosario.

El retablo del altar mayor de cuatro columnas lo preside la imagen de la Virgen del Pino, colocada en el centro de un gran medallón cuadrado, correspondiendo a la boca del camarín. El reloj que aparece en la fachada fue un regalo del Obispo Codina y fue construido en Valencia y colocado en 1853. De esta hermosa Basílica, destaca en su fachada la torre amarilla, edificación octogonal de principios del siglo XVIII, y en su interior los cinco retablos más representativos del rococó de Canarias.

lunes, 25 de octubre de 2010

Música en honor a la "Reina sonriente"

En el año 2005, año de grandes conmemoraciones, ya que al gran acontecimiento de la apertura del centenario de la coronación canónica de la Virgen del Pino, que abrió el ilustrísimo Juan Artiles, Vicario General de lo Judicial-Económico, se unieron, entre otras celebraciones como la vigésimo quinta edición del Rally de Teror, otros dos aniversarios especiales de unas piezas musicales únicas que ya forman parte de la tradición que rodea a Nuestra Señora.

Con motivo de la ceremonia de coronación canónica de la Virgen del Pino que tuvo lugar en la mañana del 7 de septiembre de 1905, el maestro Valle compuso una pieza musical ahora centenaria que amenizó todo el acto. Cincuenta años más tarde, con motivo de la celebración de los 50 años de este gran acontecimiento, se compuso un himno popular a la Virgen, cuya letra corrió a cargo de Ignacio Quintana Marrero y de cuya parte musical se encargó el maestro José Moya. Resulta curioso observar que esta letra hace referencia al comienzo de su estribillo a la condición de Reina sonriente de la Virgen. Tras hablar con el rector de Teror, Manuel Reyes, nos explica que se debe a que al observarla muy de cerca y por su perfil derecho, la imagen de la Madre esboza una ligera sonrisa que, sin embargo, pasa casi desapercibida si la miramos de frente.

Reina sonriente,
Madre del Amor,
eres, oh dulce, oh pía, oh clemente,
de la canaria gente
la torre del fervor.

Tú eres la esperanza del pueblo canario,
firme sobre el árbol de eterno verdor…
eres Tú la que vio de un santuario
de dragos y pinos nacer a Teror.

Fuerte com el Pino la fe nos perviva,
Virgen Capitalina, Reina de la Paz;
seas Tú puerto fiel al que arriba
la nave del alma buscando tu faz.

Cuando las tres Naves de inmortal memoria
necesariamente tocan nuestro mar…
fuiste luz que alumbró nuestra Historia
al ungir de aromas de Pino el Pilar…

Cuando de rodillas caminando llegan
romeros de toda la Isla a Teror,
el perdón y la dicha les entregan
tu rostro de Madre… tus ojos de amor.

Bendice, Señora, de España al destino.
protege a Canarias y al pueblo natal;
que el rumo y el aroma de tu Pino
nos recuerden siempre tu amor maternal.

domingo, 24 de octubre de 2010

Fotografías de la Festividad de Nuestra Señora del Pino 2010: Patrona de la Diócesis de Canarias

Como otro medio requerido, este enlace, podrán observare diferentes fotografías recogidas durante la noche del 7 de Septiembre de 2010 y en la mañana del 8 de Septiembre de 2010. Estas son las imágenes que reflejan los miles de peregrinos que se agolpan para poder ver y tocar a la Virgen del Pino, La Patrona de la Diócesis de Canarias.

sábado, 23 de octubre de 2010

La Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción de Agaete


Con la penetración del elemento europeo al Gayerte aborigen, aún sin finalizar la conquista, surge como primera advocación histórica la dedicada a la Virgen de las Nieves, emplazada primeramente dentro del recinto amurallado de la "Torre-Fortaleza",
aprovechando alguna de sus dependencias. No obstante, esta primera edificación es puramente de carácter defensivo, completamente al margen del culto religioso. La primera construcción cabalga paralelamente bajo los auspicios de Ntra. Sra. de la Concepción. El comienzo de la historiografía del municipio deja entrever al capitán Alonso Fernández de Lugo como el Propulsor del primer asentamiento polacional.

En el mismo suelo de batalla percibió los mejores terrenos y aguas, edificando lo que sería posteriormente el ingenio más productivo de la isla. En agosto de 1494, y por las contrariedades surgidas en la conquista de Tenerife, tiene que vender, muy a pesar suyo, la hacienda. Esta propiedad, después de una serie de avatares, llega a poder de Antonio de Cerezo.

En 1532 este hacendado genovés se compromete en la ciudad de Gáldar y ante el escribano público a: "Primeramente, que nos vos damos para hacer y fabricar el dicho monasterio la dicha iglesia de Nuestra Señora de las Nieves...". Haciendo constar en otra cláusula del testamento: "... mando que luego sea llegado se de e ponga en el altar de la iglesia de la Concepción". Del estudio de éste se advierte la inexistencia de elemento arquitectónico alguno que albergara al tríptico flamenco, bien por no haber comenzado su fábrica o por no haber concluido la ermita emplazada a orillas del mar, hecho que corrobora como primera edificación histórica la destinada al culto en honor a la Purísima Concepción. La devoción a ésta alcanzó notable importancia a lo largo de la historia local de mediados del siglo XIX. Dicha iglesia contaba en su haber una cantidad ingente de propiedades, confiscadas por las desamortizaciones de Madoz y Mendizábal. Dentro del cómputo de propiedades destacan diferentes casas urbanas, tierras en el barranco de Juan Jiménez, dos suertes en Madre del Agua, y una suerte de tierra. Sumando una totalidad de más de siete hectáreas, obtenidas a cambio de las misas rezadas que dejaban sus testamentarios.

En la primera fase de ocupamiento del espacio, los colonizadores se asientan en la villa de abajo, retirada del núcleo aborigen emplazado en la otra delimitación. En torno a este agrupamiento se ubica la iglesia generadora del proceso ordenador del nuevo núcleo de población. Las primeras noticias sobre la fundación de la parroquia datan de 1514-1915, en las sinodales del obispo Fernando Vázquez de Arce, dejando entrever que su fábrica es anterior. Según reza en viejas crónicas, la primitiva iglesia era: "pequeña y aseada", y al no haber una población de relativa importancia como para tener cura fijo, se anexiona junto con la iglesia de Santa María de Guía al beneficio de la Villa de Gáldar. A este respecto las constituciones sinodales de Arce son evidentes: "E por que la Iglesia y el lugar del Agaete está en término é comarca de la Villa de Gáldar unimos é anejamos la dicha Iglesia de Agáldar, é ordenamos é mandamos que el cura o beneficiado de la dicha Villa sea obligado á poner, é ponga clérigo que sirva de cura, y sea idóneo é suficiente que diga misa é administre los eclesiáticos Sacramentos, y lleve el noveno, premicias, é obtenciones del dicho lugar del Agaete".

Los vecinos del lugar tenían la obligación de subvencionar al clérigo si querían tener cura fijo: "...é para el mantenimiento del dicho clérigo que sirve en el Agaete, manda se den los dichos diez mil maravedíes; é quince fanegas de trigo en cada un año, si el noveno no bastaren, lo suplan los vecinos del dicho lugar, si quieren tener cura contino". Al formar parte de la jurisdicción de Gáldar, ambos párrocos tenían que cumplir con ciertas prestaciones: "...é que el capellán, ó capellanes de esta Sta. M. de Guía, é los otros capellanes de la iglesia de Gáldar, sean obligados á venir á la iglesia de Santiago de Gáldar Las Pascuas, días de Corpus, é de tinieblas. Rogaciones, é otros que en la dicha Villa de Gáldar se acordare que se hagan procesiones por salud, o por temporales; y el día de Santiago, y el cura del Agaete también, lleve del dicho lugar el noveno de los diezmos según se suelen llevar en esta isla".

Esta anexión al beneficio de Gáldar duró hasta 1533, fecha en la que fue dividido en virtud de la real cédula de Carlos V, de fecha 5 de diciembre del mismo año. La división fue promovida por los ayuntamientos al rey en virtud de la incapacidad y desorden considerable que existían en las iglesias. Desde su erección como parroquia hasta mediar el siglo pasado se suceden idénticas descripciones. Así, en 1735, en las sinodales del obispo Pedro de Dávilas y Cárdenes, quedan patentes algunas de las características mencionadas con anterioridad: "Tiene este lugar su iglesia, aunque pequeña, aseada: parece fue beneficio; pero por lo corto de su valor, oy tiene cura amovible". Sin embargo, Viera y Clavijo no hace referencia al cura de Agaete como curato amovible de la diócesis, entre eclesiásticos y sirvientes sumaban cinco, en la segunda mitad del siglo XVIII, la iglesia los nueve que establece para la Gran Canaria. En 1722 entre eclesiásticos y sirvientes sumaban cinco, en la segunda mitad del siglo XVIII, la iglesia matriz tenía un teniente cura, dos sacristanes y dos acólitos, pasando a tener un eclesiástico y cuatro asistentes al culto en 1856. A mediados del siglo XIX, algunas décadas antes de producirse el incendio, un documento anónimo de la época nos recuerda que: "La iglesia parroquial es pequeña, aseada, y tiene cura Beneficiado pr. oposición".

La primitiva iglesia era una edificación de reducidas dimensiones respondiendo a los cánones mudejares y con una evidente relación con la población del lugar. Algunos datos que se han podido entresacar de archivos y crónicas nos la describen como una edificación de su tiempo, con la peculiaridad de que sus campanas se tocaban desde el exterior, con artesonado en la capilla mayor, situándose la sacristía a la derecha y con asientos ordinarios a ambos lados. Su emplazamiento primitivo fue en la calle las Nieves, en su antiguo solar se construyó un centro parroquial y según informaciones orales, al realizarse la apertura de los cimientos apareció una cantidad variable de restos óseos, lo que evidenció la existencia de posibles enterramientos dentro del recinto, no pudiéndose constatar si eran una práctica extensiva o una primicia para determinadas personalidades.

La construcción del actual templo data de 1875, fecha en la cual el obispo de Canarias señor Urquinaona puso la primera piedra. El artífice de su construcción fue Francisco de la Torre Sarmiento, quien se concertó con el párroco y vecindario del municipio para construir el nuevo templo.

Se trata de una construcción de elevadas proporciones, con fachada principal al este, emplazada sobre un podium nivelador del terreno. Su imafronte se encuadra dentro de una perfecta simetría organizada en esquemas igualitarios, con cierto aire historicista o eclecticismo en la utilización de sus elementos arquitectónicos. En ella se dan cita el típico frontón clásico, los óculos y ventanales ciegos, enmarcando dentro de su espacio arcos de medio punto divididos por un parteluz con óculos en las enjutas. Como soportes decorativos y separando la estructura de las naves, se emplazan dos pilastras de acanaladuras rematadas por capiteles con decoración de hojas de acanto. Su fachada se corresponde con un retablo al estar estructurada en tres calles y dos cuerpos rematados por dos volúmenes compuestos por el reloj y la torre campanario. Las tres calles indican un interior de tres naves, la central, más amplia, da cobijo en el cuerpo superior a las únicas ventanas de cristaleras destinadas a iluminar el coro, y en el inferior de maderas que dan luz a las dependencias de uso bautismal y lugar de acceso al coro y campanario.

Todos los elementos se encuentran ejecutados en cantería roja, contrastando con lo blanco de los paramentos, dejando entrever en determinadas zonas el color rojo primitivo. En el marco estricto de la calle central aparece una "M" como elemento decorativo reiterativo en ventanas, apoyo y remate del reloj, evidenciando la consagración del templo a la Purísima, y en los laterales es la Cruz enmarcada dentro del espacio de los óculos. Vinculado a las ventanas del cuerpo superior y, como símbolo cristiano de la misión del templo, destacan unas alas en el inicio de la rosca del arco. Coronan el antepecho unos florones realizados en la misma cantería. El campanario está formado por una estructura de cuatro vanos coronados por una cupulilla.

El interior, de planta rectangular, se cubre con bóvedas, la central a diferente altura, con arcadas sustentadas por columnas de capiteles redondos que se apoyan sobre bases cuadrangulares. En el transepto forman un haz de medias columnas, sosteniendo las pechinas que enlazan con el tambor de la cúpula. El piso es de cantería gris; situándose algunas de sus dependencias a diferente nivel. A ambos lados de la capilla mayor se sitúan dos ventanas para la asistencia al culto, como símbolo que denota preferencia. La parte trasera del edificio alberga las dependencias parroquiales para usos diversos. Al exterior se alinean una serie de contrafuertes que contrarrestan el peso de la techumbre.

El artífice de los planos de la fábrica parroquial fue Francisco de la Torre Sarmiento, que nació en Tenerife en 1827 y murió repentinamente en su estudio de la calle los Canónigos, la tarde del 16 de noviembre de 1889. De origen humilde y formado en el ramo de la construcción. Su padre fue maestro de mampostería, de quien recibiría sus primeras instrucciones. Su capacidad de trabajo fue muy extendida por toda la isla. Se le conoce como maestro de obras y cantería, constructor y escultor picapedrero; aparejador, maestro de mampostería, con todos estos calificativos es conocido en los diferentes documentos.

Dentro de los innumerables trabajos que realizó en la isla sabemos que en 1875 se le encargaron los planos de la parroquia de la Concepción, después de incendiarse la primitiva el 24 de junio de 1874. La obra se llevó a buen término aunque su interior no pudo ser acabado por falta de recursos económicos.

Actualmente, el bagaje artístico de la iglesia matriz es insignificante en relación a su importancia antes de producirse el nefasto incendio. De la misma forma se ha desvirtuado su interior al despojársele de una serie de retablos que arropaban la decoración del edificio.

La capilla mayor cuenta con un retablo ecléctico, si bien la desaparecida contaba con un retablo de idéntica factura al que se encuentra en Santa María de Guía, con las mismas soluciones artísticas. Santiago Tejera dice que existía un tabernáculo y un retablo, en los que se invirtieron 614 pesos corrientes, correspondiendo los 90 que se llevó Lujan, por su traza y dirección. Estos retablos, según Tejera, eran sencillos y pobres, porque pobres eran los tiempos, pero de buen gusto y proporciones. Con destino a este retablo cinceló un crucifijo para su remate, y para su hornacina central una Concepción. Para esta iglesia salieron de la gubia de Lujan una Dolorosa y un San Juan Evangelista, de vestir, todo pasto de las llamas. Dentro del inventario artístico la iglesia matriz conserva una imagen de San José en madera, de M. Casóla realizada en Barcelona en 1901; un San Antonio de Padua de magnífica factura, que según la tradición oral fue rescatado del incendio, y un San Juan Bautista de proporciones reducidas y de evidente carácter popular. Siguiendo el estilo de finales de siglo, la iglesia alberga una serie de retablos neogóticos en las cabeceras laterales y retablo de la Pasión. Para éste fue donada por la familia de Armas una Dolorosa de vestir, de gran devoción entre los feligreses, y un Nazareno obra del escultor agaetense José de Armas. El elemento pictórico es reducido, limitándose a un cuadro de Animas presidido por la Virgen del Carmen, fechado en 1889. Toda la obra artística de la iglesia matriz está pendiente de un estudio más concienzudo.

En definitiva, nos encontramos ante un edificio religioso de considerables proporciones, de carácter ecléctico y de indudable importancia dentro de ese momento constructivo, que no ha sido valorado en toda su integridad. Como quedó mencionado anteriormente, los planos fueron trazados por Francisco de la Torre, correspondiendo el resto de la fábrica a trabajadores de la zona, quienes dejaron, según información oral, al construir las columnas impresos sus nombres en el interior de unas botellas. Este artífice, conocedor de la iglesia de San Sebastián de Agüimes, trasladó su interior, con algunas novedades, a la Concepción, sin llegar a la monumentalidad y grandeza del edificio sureño, respondiendo aquí a una apariencia civil. Para finalizar, la iglesia matriz está realizada desde una perspectiva capaz de ilusionar al espectador, realizada sin tener en cuenta la urbanidad del caserío y sí respondiendo al momento constructivo de la época, digna de tener en cuenta e incluir dentro del eclecticismo.

Antonio Cruz y Saavedra

El Templo neoclásico de Agüimes

La primera de las tres iglesias parroquiales que ha tenido Agüimes fue construida en los últimos años del siglo XV. Aquella iglesia primitiva, más bien pequeña y de modesta arquitectura, debió tener reminiscencias de un goticismo tardío, porque eso era lo que trajeron los primeros pobladores después de la conquista. Y, desde muy pronto, debió ser "iglesia parroquial", como Agüimes debió ostentar muy tempranamente el título de "Villa", porque así consta en la data más antigua de su archivo, 1505, donde aparece esta doble nominación, y no como algo reciente, sino como algo que venía de fechas anteriores.

Tenía esta iglesia, desde sus inicios, varios lienzos traídos de Flandes, y algunos regalados por la vecina de Agüimes doña Inés Chimida, que pagó por ellos 4.400 maravedís. Y entre sus muros fue enterrada una princesa guanche, la tercera hija de don Fernando Guanarteme, llamada Mastegena o Masequera, doña Catalina Hernández Guanarteme, muerta en Agüimes del "mal de pestilencia" en 1526.

Esta primera iglesia, de frágil estructura, apenas duró hasta 1527. La segunda iglesia se edifica en 1534, de acuerdo con el proyecto del Visitador General don F. Ruiz, que ordena en 1527 que "se faga el cuerpo principal de la dicha iglesia con su portada de cantería y un campanario encima y las esquinas labradas de la misma cantería y al cabo de la dicha iglesia un arco toral... y a las espaldas del dicho arco se fagan sostenes de cantería para seguridad del dicho arco, y encima de la dicha portada se faga el hueco de una claraboya para que dé lumbre a la dicha iglesia". Este templo se mantuvo en pie casi cuatro siglos, hasta 1888, y tenía también algunos elementos góticos de transición, como los dobles baquetones, separados por una escocia, que se prolongaban en forma de archivoltas por el arco de medio punto de la portada. Era de una sola nave, pero en 1570, gracias a los desvelos de don Amador Espino, se le añadió la capilla del evangelio, dedicada después a la Virgen del Rosario, de acuerdo con el diseño que hizo el Maestro Mayor de la Catedral de Canarias; y en 1620, un hijo de don Amador Espino, don Juan Bautista, Arcediano de Canarias, edificó la capilla de la epístola en honor de la Virgen de los Remedios. Con estas dos capillas la traza rectangular de la iglesia se transformó en planta de cruz latina. Era el Arcediano muy amigo del canónigo Cairasco de Figueroa, que le deja en su testamento "uno de los jarros de plata que yo tengo", y le da poderes para imprimir su Godofredo Famoso y para la venta de este libro y el Templo Militante.

No menos importante había sido la reforma que hizo en 1611 el cantero Melchor Pinero, sustituyendo el campanario de espadaña por una torre al lado derecho de la fachada y haciendo importantes trabajos en la portada, techos y cuerpo de la iglesia. Más tarde se cubrió la torre con un capitel "por el rigor del invierno y por ser esta Villa tan ventosa". La iglesia medía desde la puerta principal hasta las gradas del presbiterio 24,50 m. de largo por 7,70 de ancho, con una altura de 6 metros. La altura del presbiterio, cubierto por una bóveda de media naranja, era de 8,15 m.

Por un mandato de 1554, en el pontificado de don Diego Deza, se compró para esta iglesia, traído de Flandes, "un retablo de pincel en que está pintado el descendimiento de la cruz; tiene sus puertas en que están cada tabla trasdorada". Y en 1673 se inauguró el Sagrario Mayor de Lorenzo Campos, como consta én el acta que inscribió de su puño y letra, al comienzo del libro tercero de Bautismos, el párroco don Mateo Pérez Villanueva: "En veinte y cuatro de diciembre de mil y seiscientos y noventa y tres años se puso el sagrario en esta santa Iglesia Parroquial de la Villa de Agüimes. Obrólo Lorenzo de Campos, Maestro Mayor de Arquitectura, natural de La Palma. Costó cuatro mil quinientos reales y para ello dio de lismona el Iltmo. Sr. Doctor D. Bartolomé García Ximénez, Obispo que de presente es de estas Islas, doscientos ducados de plata de a once reales de la moneda corriente de estas islas. Lo demás lo suplió la limosna de los vecinos de dicha villa. Y para que en todo tiempo conste, yo como cura que soy de dicha parroquia lo firmé en dicho día, mes y año ut supra. Soli Deo honor, et Gloria. Matheo Pérez Villanueva". Este sagrario era la primera manifestación del estilo barroco en Agüimes y su estreno tuvo rango de verdadero acontecimiento. Por la riqueza de su dorado y por sus grandes proporciones, debió brillar como un ascua de oro al fondo de la Capilla Mayor, solitario y grandioso, como si fuera el más antiguo retablo arquitectónico de la iglesia. El pueblo lo llamó la "pella de oro", y su importancia estriba en tres motivos fundamentales: en la originalidad de su estructura, que fue imitada en todo el archipiélago hasta el siglo XVIII, creando un nuevo arquetipo de sagrario; en el uso sistemático de la columna salomónica, que se impuso definitivamente en Canarias a partir de este sagrario, y en el hecho de ser la única construcción arquitectónica de Lorenzo Campos que ha llegado a nosotros, por lo que hay que ir necesariamente a Agüimes si se quiere conocer la obra del gran artista.

Buena parte del tesoro artístico de Agüimes se hizo o se adquirió para este segundo templo. Podemos recordar el San Sebastián de Martín de Andújar, de 1632; el Crucificado del altar mayor de Diego de Campos, de 1718; el retablo de Animas, del mismo año, de Diego de Campos y Diego Pérez Infante; la Virgen de la Esperanza de Lujan Pérez, de 1799, la lámpara mayor, de 1649; la urna del Monumento, de 1771-1775, y la cruz procesional, de 1787. Otra parte llegó a este templo al desaparecer en un incendio el convento de Santo Domingo, como la custodia del Corpus, de 1775, la Virgen del Rosario y otras cuatro esculturas de Lujan; o, al derruirse la ermita de San Antonio Abad, como el retablo y el Crucificado del Calvario, de hacia 1764.

La tercera iglesia, que es la actual, es uno de los templos mejor logrados del neoclasicismo canario. El limpio contorno de sus líneas, la gravedad y elegancia de sus torres, la majestuosidad de su cúpula, la solemne presencia de sus volúmenes, su sólida grandeza de piedra y su augusta serenidad arquitectónica imponen a la villa señorial una nueva fisonomía y un nuevo estilo.

Agüimes, el pueblo más neoclásico de la isla, bien ha podido ser cantado con clásicos ritmos endecasílabos. Para Pedro Jarquis es "uno de los mejores templos que se han levantado en el Archipiélago". La obra comenzó el 3 de abril de 1787, en virtud de una orden del obispo don Antonio Martínez de la Plaza, con una primera partida de 13.326 reales y 31 maravedís, que se emplearon en la extracción, labra y transporte de cantería. Y el 11 de marzo de 1793 el obispo Tavira y Almazán, en su visita a Agüimes, apremia con el siguiente mandato: "Hallándose con algún caudal sobrante de Fábrica, y teniendo acopiados no pocos materiales, y confiando, como confiamos, de este Vecindario que continuará con el zelo que hasta aquí, contribuyendo con sus limosnas y jornales para el edificio de la nueva Iglesia Parroquial que hace tiempo está resuelto, mandamos se dé principio del, luego que venga un Arquitecto que dé las disposiciones convenientes y arregle el Plan que ya está trazado, y dé un dictado sobre el paraje en que deberá edificarse, atendiendo a la comodidad de la mayor parte del pueblo, a la mayor economía y aprovechamiento de materiales y proporción de tierra para los sepultos, sin olvidar que Su Majestad tiene mandado últimamente que se hagan Campos Santos, renovando la antigua práctica de la iglesia, tan conforme a su espíritu, y tan necesaria para el decoro de los templos y para la salud pública". En cumplimiento de este mandato, se señaló su emplazamiento en terrenos contiguos a la segunda iglesia, se eligió para dirigirla al alarife don Juan Pérez de León y se colocó la primera piedra el 21 de agosto de 1796. Así consta en el acta que se levantó con motivo de tan importante acontecimiento: "En la Villa de Agüimes, Cámara Ep., Domingo por la tarde tercero de agosto, veinte y uno de mil set. noventa y seis años, día de Santa Juana Francisca, termino de cantar yo don Vicente Sánchez de Almeida, Cura de esta Parroquia de San Sebastián de esta Villa con licencia del Sr. Dr. Don Mig. Mariano de Toledo, Dig. de Chantre de la Sta. Iglesia, Juez Apeo, de la Sta. Cruzada, Provisor y Vic. Gral. de este Obpdo., por el lltmo. Sr. Dn. Antonio Tavira y Almazán, Dlgn. Obpo. de estas islas mi Señor, dada en Canaria a once de dicho mes y año, bendije la primera piedra de esta nueva Iglesia Parroq., según el Ritual Romano, y la coloqué en la esquina colateral del lado de la Epístola habiendo puesto el día antes la Cruz Dn. Franco. Xuares Romero, Preb. primero encargado de esta obra, acompañándole todo el clero, lo que se hizo con Repiques, cuya Función se celebró con la mayor solemnidad y concurso de toda la Jurisdicción, a la que asistió, todo el clero que se compone de los sugetos sgtes. Presid. el referido don Franco. Xuares Romero, Dn. Josef de Martín. Asistió asimismo la Comunidad de este Convento de Ntra. Sra. de las Nieves de la Orden de Predicadores, siendo su Prior el P. Fr. Juan Velázquez de Ortega Predor. General, Alcalde Ordinario de esta Villa Dn. Juari Xuares de Alvarado Tnte. de Milis, y B. Dn. Antonio Gordillo, y el Maestro principal de esta
Fábrica Juan Peres de León, natural de la Isla de Tenerife en la Parroqa. de Sta. Úrsula y para que en todo tiempo conste lo firmé, fecha ut supra. Vicente Sánchez".

De la primera a la última piedra se tardarían 144 años, con dos largos intersticios de 39 y 51 años. Los planos son del canónigo don Diego Nicolás Eduardo, que los diseñó hacia 1787, con algunas modificaciones de Antonio Hernández y Francisco de la Torre y con un añadido del arquitecto Massanet para los camarines de la Virgen del Rosario. Comenzadas las obras, se trabajó casi sin interrupción desde 1796 hasta 1837. Se contaba entonces con el noveno de los diezmos de la Cámara Episcopal que ascendía a unos 30.000 reales, con los 60.000 que donaron los obispos Tavira y Verdugo y con las aportaciones personales de los vecinos. Bajo la dirección de Pérez de León se hicieron los cimientos, se levantaron los muros laterales y el testero casi hasta los techos y se alzaron las columnas hasta cerca de los capiteles. Pero no se comenzó la fachada que, por indicaciones del General don Francisco Tomás Morales, nacido en el Carrizal de Agüimes, se encargó en 1827 al Maestro Mayor don Antonio Hernández que, con poca fortuna, modificó los planos primitivos, simplificando, por razones económicas la parte ornamental y dejándolo empobrecido. Su dirección alcanza hasta rebasar la línea de los ojos de buey. Don Domingo Déniz la considera como obra de "muy mal gusto", en que no figura orden ninguno, sino unas fajas de cantería caprichosamente dispuestas, "sin bases ni capiteles". La fachada, que es toda de cantería, se salvaría por la elegancia de un frontón central y la esbeltez de las torres. Suprimidas entonces las rentas decimales y aprobadas las leyes desamortizadoras, quedó paralizada la obra durante 39 años, hasta 1876.

Mientras, se gestiona inútilmente la ayuda de los poderes públicos. En 1858 aparece la figura de un clérigo joven, don Alejandro González, hijo de Agüimes, interesándose por la continuación del templo "a espensas de sacrificio de su parte y de parte de todos los vecinos principales del pueblo con quienes había contado". Se insiste de nuevo, en 1863, en una subvención oficial y, para unirlos al expediente, se encargan unos planos a don Francisco de la Torre, que tendrá en cuenta los planos anteriores y la obra realizada. Y en 1876, fracasadas todas las peticiones de ayuda estatal, y aprovechando un momento de entusiasmo popular y el apoyo del obispo Urquinaona, el cura don Ignacio Mederos "se decide a continuar la construcción de la iglesia". Se constituye una Junta Directiva para vigilar e impulsar los trabajos. Se encarga de la dirección al alarife don Francisco León Quevedo. Y don Francisco de la Torre tiene que rehacer los planos, al no conservarse copia de los enviados a Madrid. Con arreglo a estos planos se continuará la fábrica de la iglesia hasta su total terminación.

Pero el alma de esta empresa sería don Alejandro González, Beneficiado entonces de la Catedral y después Arcediano de Manila y Canónigo de Canarias, que, desde 1877 hasta 1881, se dedicó enteramente a impulsarla. Su gran ilusión era ver construidas las bóvedas y poder levantar el cimborrio. Hablar del cimborrio en Agüimes era y es, como hablar de don Alejandro González. A su amparo descansan hoy sus restos mortales. De 1876 a 1888 se alzaron las arcadas de las naves, se tendieron las bóvedas, se alzó la gran cúpula y casi se termina la torre-campanario. Se disponía del medio diezmo de los granos de 1876 y de la venta de tierras cedidas por los vecinos con un producto de 3.357 pesos. El obispo Urquinaona donó para las bóvedas 8.000 reales y 10.000 para la cúpula, incrementados después con 3.000 reales del Vicario Capitular y 2.080 del obispo Pozuelo.

Mientras tanto, el viejo templo parroquial amenazaba ruina y el culto tiene que trasladarse a la iglesia del convento. La situación se agrava cuando el 3 de julio de 1887 se declara un incendio que destruye totalmente el convento y su iglesia, y la parroquia tiene que volver a su antigua iglesia a punto de derrumbarse. El mayordomo de Fábrica don Gregorio Rodríguez se traslada a Teror para informar al obispo don José Pozuelo que, entre otras cosas, dispone que si la iglesia quedara inservible antes de terminarse el nuevo templo, "todos los servicios parroquiales se trasladarán a las iglesias del Carrizal, Juan Grande o Sardina, oído el Alcalde y otras personas", y dona 114 duros con 20 céntimos para encalar el interior de la iglesia nueva. Con una suscripción del pueblo se embaldosan el presbiterio y unas "400 varas de las naves". Se construyen de nuevo en Las Palmas las 12 vidrieras del cimborrio, porque las que habían regalado quedaron destruidas en el incendio del convento, donde se habían depositado. Se pagan al carpintero Francisco León 851 pesetas con 50 céntimos por la puerta mayor, que hubo que llevar a hombros desde ingenio, porque la carretera no llegaba todavía hasta Agüimes. Y el párroco don Sebastián Parer ofrece 300 pesos para terminar las sacristías. El 11 de diciembre de 1888 el Arcipreste del Sur y Cura de Ingenio don Santiago Sánchez Dávila informa al obispado que "en su conjunto el edificio ofrece mucha seguridad, arquitectónica belleza y magnificencia admirable y extraordinaria". El día 2 autoriza el obispo la bendición solemne y delega para ello en don Alejandro González que había regresado de Manila y era ya Canónigo de Canarias. Señalada la fecha del 30 de diciembre, la inauguración tuvo caracteres de verdadero acontecimiento. Desde que se puso la primera piedra hasta su inauguración habían transcurrido 92 años, 4 meses y 9 días.

El acta de tan gran solemnidad recoge el hecho con rigor notarial: "En esta muy leal y muy noble Villa de Agüimes, antigua Cámara Episcopal, domingo treinta de Diciembre de mil ochocientos ochenta y ocho, hallándose concluido en su parte material la mampostería y arquitectura del nuevo templo; habiendo el Noble Sr. Cura Párroco Don
Sebastián Parer y Torrent presentado al Excmo. e lltmo. Sr. Doctor Don José Pozuelo y Herrero, Dignísimo Obispo de esta Diócesis, en diez del actual la conclusión de las obras del templo y la necesidad de proceder pronto a su habilitación para el culto divino por haberse arruinado y derruido la primitiva Iglesia parroquial, único Templo que existía en esta Villa desde el tres de junio de mil ochocientos ochenta y siete, en que un voraz incendio redujo a escombros y cenizas la hermosa y devota Iglesia de Santo Domingo, ex-convento de Padres Predicadores, S.E. Iltma. dispuso que por el Señor Arcipreste del Sur, Doctor Don Santiago Sánchez Dávila, se hiciese un minucioso examen del Templo y sus adherentes; lo cual hecho y dictaminado por dicho arcipreste informe favorable, el mismo Excmo. Sr. comisionó al Sr. Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Canarias Don Alejandro González Suárez, Caballero del Sto. Sepulcro de Jerusalén y natural de esta misma Villa, como Delegado para hacer la bendición solemne del referido Templo cuya dedicación al Culto público decretó en la misma fecha. El dicho Sr. Canónigo cumpliendo con la comisión delegada, acompañado del Maestro de Ceremonias de esta misma Iglesia Catedral Don Ignacio Jiménez y Romero, se trasladó a esta Villa en el día de la fecha y revestido de sagrados ornamentos en la Capilla Bautismal de dicha Iglesia vieja, en unión de los Sres. el mencionado Cura párroco de esta Villa y de Don Joaquín Romero y Rodríguez, Presbítero y natural de la misma, que hicieron de Diácono y Subdiácono respectivamente, se salió en procesión de la misma, presididos de la Cruz parroquial, se hizo la bendición solemne del nuevo templo con todas las ceremonias que prescribe el Ritual Romano, y por último se celebró la Misa solemne que cantó el mismo Sr. Canónigo sirviéndole de diácono el referido Presbítero Don Joaquín Romero y de Subdiácono el Presbítero don Antonio Artiles Rodríguez. Predicó el sermón alusivo al acto el distinguido orador sagrado Doctor don Pedro Díaz y Suárez, Vble. Párroco de Sto. Domingo de Las Palmas, el cual cautivó la atención del numeroso y escogido auditorio con la belleza de su discurso, exhortando al pueblo en nombre del Sr. Delegado a que continuasen protegiendo la obra con sus trabajos y limosnas, como hasta el presente. Terminada la función solemne, el
mencionado Sr. Cura párroco celebró misa rezada en el altar mayor y con ella se dio fin a la solemnidad de éste día de gratísimos recuerdos para los habitantes de esta Villa. Y en cumplimiento de lo dispuesto por el Excmo. e lltmo. Prelado Diocesano, se extiende la presente acta que firman dicho Sr. Delegado y el Vble. Sr. Cura párroco de que yo el presente Notario doy fe. Alejandro González, Sebastián Parer, Párroco, Pedro Santana, Notario Eclesiástico".

Inaugurada la nueva iglesia, a pesar de los buenos deseos, no pudo terminarse hasta 52 años más tarde, en 1940. Era entonces párroco don José Cárdenes Déniz, hombre emprendedor y de singulares dotes, que supo encauzar la generosidad inigualada de la ilustre dama doña María Jesús Melián Alvarado. En 1939 se levantan la torre del reloj hasta su total terminación y el frontón que remata el imafronte. En 1940 se construye la balaustrada superior que bordea todo el exterior del templo, se hacen los camarines con la gran escalera de acceso, se labra el rosetón central y se dignifican las puertas de las sacristías. El resultado ha sido la culminación de uno de los templos más bellos de la diócesis. De planta basilical, consta de tres naves de igual altura, con bóvedas de medio cañón, separadas por dos series de columnas toscanas y arcos de medio punto. En el crucero, sobre los arcos torales y pechinas, se levanta el cimborrio, altivo y dominante, único en Canarias, con un tambor de 12 ventanales que sostiene la gran cúpula, coronada por un cupulino. Al fondo, la capilla mayor forma un ábside rectangular. La luz penetra tamizada por los vitrales de las diez ventanas laterales y los grandes ventanales del cimborrio. Todo el imafronte es de cantería, con majestuosas torres gemelas, coronadas por la media naranja y el lucernario, y con un frontón central de singular belleza. En su conjunto y dentro de las líneas austeras del neoclásico, la obra es sencillamente monumental y sorprende por su pureza estilística, por su excelsa magnitud y por su empaque solemne.

Teror acoge este domingo 24 de octubre de 2010, la tradicional Romería del Rocío y ofrenda a la Virgen del Pino


Un año más, La Real Hermandad del Rocío de las Palmas celebra la Romería anual extraordinaria de peregrinación a la Villa, que saldrá en procesión a las 10 de la mañana, desde la Finca de Osorio portando la carreta del "Sin Pecado" y acompañados de la música y el baile de las Rocieras, hasta la Basílica del Pino, donde a partir de las 13:00 h. se celebrará una Misa y ofrenda floral a la Virgen del Pino.

Como ya es tradicional, Teror se viste de gala para vivir esta gran Romería en el que la tradición andaluza y canaria se funden en un solo ser. Y es que, la Real Hermandad del Rocío de Las Palmas nunca olvida a la Patrona de la Diócesis de Canarias, y tanto la Virgen del Rocío como la Virgen del Pino son protagonistas indiscutibles.

Y es que, curioso es que se sientan tan vinculadas las tradiciones. No podemos olvidar que la Virgen del Rocío de Huelva, fue realizada por Jorge Fernandez Alemán, y casualmente, la Virgen del Pino de Teror es atribuida a este gran escultor. No se confirma la autoría porque aún perduran las creencias de que la Virgen del Pino de Teror es la hallada en el Pino Santo de la aparición

Un compromiso eterno con la pureza: La Fiesta de Las Marías de Guía

Si por algo se caracterizan las Fiestas de las Marías en Guía es por su seriedad y por el respeto a la tradición. En estos tiempos, cuando en cada esquina se organiza una romería que suele terminar en bacanal, los guienses han sabido mantener la pureza de su fiesta votiva y toda la Isla sabe que a esta fiesta no se puede ir en plan machango. La misma fiesta, en el modo que tiene los guienses de celebrarla, echa fuera al advenedizo, de tal manera que, o te integras con ellos y como ellos, o coges la chaqueta. El cronista oficial, Pedro González Sosa, ya se refiere a esta fiesta como "espontánea y extremadamente sencilla" y el mismo Néstor Álamo, que la vivió durante varios años, la define como «una fiesta que tiene en sus posos más recónditos algo electrizante y esencialmente popular que ninguna otra reviste. No es una fiesta de parrandas ni ventorrillos, ni de alegre. Es algo enhiesto, altivo y como aislado por la fe y la verdad. Han pasado muchos años desde entonces, se han producido cambios significativos, como la puesta en marcha de la romería, que el investigador Alejandro C. Moreno, sitúa en 1965, posterior a la del Pino, pero no se ha cambiado la esencia de una fiesta que consistía en la bajada de la rama el sábado, víspera de la celebración, quedando depositada en la explanada del hospital hasta bajar el domingo hasta la plaza, a los pies de la Virgen, siempre a los sones de tambores, cajas de guerra y cuernos de caza. Después venían la misa, la procesión y el final de la fiesta. Con ligeras variantes, esta es la costumbre que los Mayordomos de la Virgen tienen la sagrada obligación de guardar para las futuras generaciones canarias.

Los himnos de la Patrona




Nos cuenta un prebendado del siglo XVIII, don Diego Álvarez de Silva, que terminando el mes de agosto de 1767, y con extraordinaria solemnidad, celebró el clero y el pueblo de la Gran Canaria la culminación del nuevo templo dedicado a Nuestra Señora en Teror. Hubo lógicamente de todo: luminarias en las casas, hogueras en los campos circundantes, voladores por doquier; en suma, alegría general y amplia asistencia de los que en aquellos tiempos ostentaban cargos de importancia eclesiástica y secular, junto al pueblo que durante siete años había trabajado duramente para alzar el grandioso templo en un lugar que, ya desde un primer momento, se había comprobado poco apropiado para ello. Pero eso era lo de menos en la noche de aquel 30 de agosto: las gentes estaban alegres, el curato también lo estaba, regidores y canónigos, todos celebraron el evento. Pero en esto como en todo, los caminos para demostrarlo eran diferentes; y junto a los sones armoniosos de trompetas, oboes, violines, flautas, clarines, timbales y tambores… sonaron por las calles de Teror los dulces acentos, festivas canciones, sonatas alegres, músicas suaves y festejos decentes…

En aquellas celebraciones, el fervor hacia la Imagen se manifestó en muchas composiciones y coplillas que se repitieron hasta la saciedad. Blanca paloma volando, Teror dichoso a ti vino, y se posó sobre el Pino sin saber cómo ni cuando… Las poesías y las canciones comenzaron a estar presentes en las celebraciones del Pino; aunque tendrían que pasar muchos años para que las creaciones de Néstor Álamo, Herminia Naranjo y otros cuantos formaran el sustrato de una peculiar forma de relación cultural y popular de la fiesta con la Virgen y que se ha afianzado de tal manera que ya no se entienden las jornadas de Septiembre en la Villa sin que estos sones nos arropen y nos unan a nuestra identidad como pueblo.

Muchos han sido desde entonces los que, con la inspiración de la Virgen y de lo que a ella la rodea en estos días, han dejado volar su ingenio (abundante y florido en algunos; ripioso y soporífero en otros, que todo hay que decirlo) en honor a la fiesta, el pueblo canario, Teror y María. Ya desde 1782, en que el prebendado Fernando Hernández Zumbado creara la novena con que hasta el día de hoy se honra a la Virgen, sus palabras han venido repitiéndose por siglos: En todas nuestras miserias, en todas nuestras fatigas, y en la hora formidable de la última agonía: Miremos para esta estrella, invoquemos a María, pasando por el himno del jesuita don Juan Melián: Oh, Virgen del Pino, imán de Teror, tu encanto divino cautiva mi amor, el estilo sensible y sentido de Ignacio Quintana: No impidieron los pinos ver el bosque, porque en uno tembló su luz la estrella…, los sones de parranda de Néstor Álamo: La Virgen, Virgen del Pino, la Virgen la más hermosa, la Virgen que tiene un niño con su carita de rosa, nuestra cultura ha quedado impregnada ya para siempre del Pino y de todos los sentimientos que a su alrededor se mueven. Y aunque todas, hasta las más populares, pueden considerarse como himnos a la Virgen porque como tal surgieron, sólo dos creaciones musicales han quedado unidas a las celebraciones religiosas de estos días en Teror para invocar, evocar, recordar y llorar con el anual retorno (que como tal se siente) de la Santa Imagen.

El primero de estos himnos fue compuesto en 1914 para celebrar la proclamación de la Virgen del Pino como Patrona de la Diócesis. Un canónigo terorense, don Miguel Suárez Miranda (foto superior de la derecha), escribió la letra, y le puso música el maestro don Bernardino Valle. Don Miguel Suárez había nacido en la Villa en 1874; de carácter jovial, afable y culto, su vida y obra siempre, pese a ocupar una canonjía desde 1915, estuvieron ligadas a Teror y a la Virgen. Don Bernardino Valle Chinestra (foto inferior de la derecha) había nacido en el pueblo zaragozano de Villamayor en 1849; llegó a la isla, contratado por la Sociedad Filarmónica, en 1878 con las recomendaciones del músico Emilio Arrieta y de nuestro paisano Fernando León y Castillo. Como un canario más se puede considerar a don Bernardino, que aquí vivió hasta su muerte en 1928, y aquí dejó familia y fecunda obra. Años más tarde, don Santiago Tejera Ossavarry reformó la música de este himno.

Es una pieza excelente que ya sea por las connotaciones que posee, por lo evocador de sus sones, por lo que dentro del alma grancanaria penetra, no puede oírse sin que muchos sientan el nudo en la garganta:

Ante el solio de luz esplendente
donde llena de gloria te vemos,
deja, oh madre, que alegres cantemos,
rebosantes los pechos de amor.
Salve Virgen gloriosa del Pino,
del canario solar protectora.
Oh mil veces bendita la hora
que pusiste tu trono en Teror.


El segundo de los himnos, el llamado “Popular”, fue compuesto en 1955 para celebrar el cincuentenario de la Coronación Canónica de la Virgen. Otro terorense, Ignacio Quintana Marrero (foto de la izquierda), nacido en 1909, poeta y periodista, primer pregonero de las fiestas allá por 1948, escribió su letra, y el director de la Banda del Regimiento Militar de Infantería de Las Palmas don José Moya Guillén puso la música.

Aunque de posterior implantación, también ha conseguido calar muy hondo, y se interpreta muchas veces intercalado con el anterior:

Reina sonriente, madre del amor,
eres, oh dulce, oh pía, oh clemente,
de la canaria gente
la torre del fervor.
Tú eres la esperanza del pueblo canario,
firme sobre el árbol de eterno verdor…
Eres Tú la que vio de un santuario
de dragos y pinos nacer a Teror.


En la reciente exposición que sobre la vida y obra de Ignacio Quintana Marrero se ha realizado en Teror, con motivo del centenario de su nacimiento, hemos descubierto una anotación autógrafa del mismo con el primer texto que escribió para el estribillo y que el obispo Pildain si no le obligó, sí le insinuó cambiar:

Reina de frente, madre de perfil,
eres, oh dulce, oh pía, oh clemente,
de la canaria gente
la torre de marfil.


No se entiende Teror, las fiestas y la devoción a la Virgen del Pino sin estas músicas que a su socaire han ido naciendo. El pueblo las mantiene y las siente como vía especial para llegar a Ella: tanto los sones populares como los religiosos, y como tales deben ser tenidas.

Ninguno de los dos himnos suele cantarse completo; y en concreto el de 1914 tiene una estrofa que se elimina, comprendiendo quizás su anacronismo. Fue escrita, debe entenderse, cuando el mundo contemplaba asombrado el inicio de la Primera Guerra Mundial; pero, por desgracia, las palabras del canónigo hace casi cien años pueden seguir teniendo en la actualidad el mismo sentido de invocación a la paz que tenían entonces:

Haced, Virgen querida, que esta homicida guerra
suspenda ya en la tierra su horrísimo fragor,
y que la paz bendita, la paz hija del cielo
extienda por el suelo su dulce resplandor.


Autor: José Luis Yánez (Cronista Oficial de Teror)

viernes, 22 de octubre de 2010

Regimiento de Infantería Ligera Canarias 50: Guardianes de la Virgen del Pino















El actual Regimiento de Infantería Canarias nº 50 tiene sus orígenes en la creación por parte de Felipe II de lo que se llamaron " Tercios de milicias de Canarias " y que en número de tres y con denominaciones de Las Palmas, Telde y la Guía vieron la luz en el año 1573.

Tomamos como referencia al " Tercio de las Palmas " , organizado en la ciudad del mismo nombre y nutrido con personal originario de la isla, y que a pesar de las multiples transformaciones sufridas a lo largo de la historia, ha sido siempre la base de todas las diferentes unidades, que permanecieron de guarnición en la isla.

En 1625 con la reorganización de los tercios españoles, se dió a los existentes en la isla la misma composición que los de Flándes. Con la reorganización de la Infantería en 1707, y a petición del entonces Capitán General Don Agustín Robles, se equipararon los tercios canarios, a los tercios llamados "veteranos", por lo que aquellos se transformaron en Regimientos y surgió lo que se denominó "Regimiento de Las Palmas".

El en año 1844, las milicias canarias pasaron a convertirse en batallones, por lo que apareció el "Batallón de Las Palmas" que fue desdoblado posteriormente en dos, "Batallón de Las Palmas nº 4" y "Batallón de Las Palmas nº 5". Nuevamente, en 1886, se crearon los batallones de reserva y en el 1888 se crea el "Batallón de Cazadores de Gran Canaria nº 22", siendo su primer Jefe el Teniente Coronel Don Eduardo Ramón Vicent. En el 1899 se transformó en el "Regimiento de Infantería Canarias Nº2" , para tomar una nueva denominación en 1904, como "Regimiento de Infantería Las Palmas".

En el año 1906 toma el nombre de "Regimiento de Infantería Las Palmas nº 66" conservándolo hasta la reforma de la República en 1931 por lo que pasó a conocerse como "Regimiento de Infantería nº 11" hasta que en 1935 se le cambió por el de "Regimiento de Infantería Canarias nº 11" y nuevamente, en 1936, por el de "Regimiento de Infantería Canarias nº 39 " .

Finalizada la contienda civil española en 1939 se reorganiza el Regimiento y se le da el nombre de "Regimiento de Infantería nº 39" . En el año 1944 adopta la denominación que en la actualidad perdura de "Regimiento de Infantería Canarias nº 50" excepto un breve período de tiempo, en 1976, en el que se llamó "Regimiento de tiradores Canarias nº 50". En 1988 recibe el nombre de "Regimiento de Infantería Motorizable Canarias nº 50". Finalmente en 1996 toma el nombre de "Regimiento de Infantería ligera Canarias nº 50", permaneciendo su principal guarnición en la isla de Gran Canaria.

Desde tiempo inmemorable, este Regimiento de Infantería son los encargados de cumplir con la tradición de rendir honores al representante de SM El Rey y a la Virgen del Pino cada 8 de Septiembre en la Villa Mariana de Teror. Este regimiento además de rendir honores, es tradicional que escolten y acompañen a la Virgen del Pino en su recorrido procesional.

Esto es así desde el 26 de julio de 1929, con motivo de la División Provincial y religiosa de las islas Canarias y con la ilustre y tan privilegiada visita a la Villa Mariana de Teror del General Miguel Primo de Rivera, Su Majestad Don Alfonso XIII y en Consejo de Ministros celebrado en el Palacio de la Magdalena en Santander otorgó Reales Honores de Capitana General del Ejército español en Canarias a la imagen de la Virgen de Teror, convirtiénsose así en Capitana y Patrona General del Ejército español en Canarias desde el año 1929.

Mantos, vestidos y túnicas de Nuestra Señora del Pino

Siempre se han conocido siete mantos para salir la Virgen en sus fiestas y bajadas a Las Palmas de Gran Canaria: morado, verde, el de los Pinos, blanco y rojo, y dos para diario. Aparte hay uno de color lamé de plata, regalo de los señores Vega -Sintes (don Matías Vega), que sólo se lo puso un año para diario. Los señores Vega-Sintes se lo regalaron a la Virgen del Pino al ser nombrado don Matías Hijo Adoptivo de Teror, en agradecimiento al engrandecimiento que se dio a las Fiestas del Pino a partir de 1951 y dejar la presidencia del Cabildo para marchar a Barcelona de Gobernador Civil.

El traje morado o de penitencia, se le llama traje de las rogativas, se estrenó en 1758 y se le hizo con limosnas. Ese año hubo una plaga de cigarra berberisca. La Virgen bajó a Las Palmas de Gran Canaria del 11 al 25 de octubre de 1936 con este manto, pidiéndole por el feliz término de la Guerra Civil. Fue un regalo del corregidor Aguirre, gobernador de Gran Canaria.

El manto verde con el que regresó a Teror el 25 de octubre de 1936 data del año 1860 y fue bordado por las religiosas Hermanas de la Caridad del Hospital de San Martín.

El terno o manto de Los Pinos se estrenó en 1785 y está entre los objetos de gran valor. Es de tisú y fue regalo del obispo Joaquín Herrera de la Barcena, que gobernó la Diócesis entre 1795 y 1796. La Basílica tiene un juego de capa pluvial, casulla y dalmáticas con las que se oficiaba la misa pontifical y presidía la procesión del Pino en tiempos lejanos.

El manto blanco se le llama también terno de los navíos y es de tisú. Fue regalado en 1762, no se sabe por quién. En la bajada de la Virgen a Las Palmas de Gran Canaria en 1801 se le puso y presidió la procesión del Corpus. Esta bajada fue por falta de agua. En 1982, el bordado de este manto, del que conservo un trozo, fue traspasado a otro también de fondo blanco.

En las Fiestas del Pino de 1980, con motivo de las bodas de Diamante de su Coronación Pontificia por el obispo José W. Cueto y Díaz de la Maza, de la orden Dominica, estrenó un nuevo manto verde realizado por Francisco Herrera y Juan Carrasco, trabajo que duró tres años.

Con motivo del cincuentenario del patronazgo de la Virgen del Pino, Patrona Principal de la Diócesis de Canarias, en 1964 el Cabildo Insular acordó regalar un manto a la Virgen, de color celeste, que fue bordado por las religiosas cisterciences en la isla de La Palma. Pero al levantarse la polémica entre el Obispado de Canarias y el Cabildo en el mes de junio de este año, con motivo de la apertura de la Casa Museo de Benito Pérez Galdos, autor de los Episodios Nacionales, el Obispo Pildain, contrario a la apertura del Museo, prohibió al Gobernador Civil, Presidente del Cabildo y Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, asistir a los actos religiosos como autoridades; y el manto que iba a ser regalado a la Santísima Virgen no se recibió. El manto fue expuesto en el Salón de Actos del Cabildo Insular. Al aceptarle Su Santidad el Papa Pablo VI la renuncia a Monseñor Pildain y, quedando vacante la Diócesis de Canarias, en las primeras Fiestas del Pino, el ecónomo de la Basílica vistió a la Virgen con el manto celeste del Cabildo, cosa que fue criticada por muchas personas. Con las obras de la Basílica en la década de los años setenta, el manto celeste del Cabildo se deterioró. ¿Fue un castigo?¿Fue una casualidad?.

En el año 2002, fue adquirido un nuevo manto rojo, realizado por el bordador Francisco Herrera.

En el año 2008 y como sorpresa para la mayoría de los canarios, fue adquirido un nuevo manto rosa-salmón donado por una familia de la isla de Fuerteventura y realizado por el que fue, bordador oficial de la Virgen del Pino, Francisco Herrera, fallecido desde el año 2009.

jueves, 21 de octubre de 2010

Guardianes de Las Marías, Los Mayordomos




Una herencia ancestral. Desde sus orígenes, en 1811, en el Lomo de Vergara, la Fiesta de las Marías cuenta con unos organizadores, auténticos guardianes de la tradición, conocidos como los Mayordomos. Los agricultores y ganaderos de los altos de Guía llevan 200 años cumpliendo con una promesa hecha a la Virgen. Los guienses quieren que la sociedad canaria los reconozca.

Cuenta la tradición que en 1811 una terrible plaga de langostas amenazaba con arrasar los campos de las medianías guienses. La desesperación de la gente ante un peligro cierto que iba a acabar con todo lo verde que hubiera sobre la tierra, les llevó a pedir un milagro a la Virgen en el Lomo de Vergara, donde se fue concentrando. Avistando las torres de la iglesia hicieron la promesa de que si la Virgen les libraba de aquella tremenda plaga que les iba a dejar en la miseria, cada año bajarían hasta el pueblo portando ramas de árboles con sus frutos para agradecer a María su sagrada intersección. A partir de aquel momento, librados ya del peligro por una inesperada y torrencial lluvia, siguieron por la Cuesta Caraballo, pasando por San Roque, hasta llegar a la plaza, donde pidieron al cura que sacara la imagen para acompañarla en procesión. Desde ese día hicieron la fiesta votiva, que el próximo año cumplirá dos siglos (1811-2011).

Desde su primera edición, la fiesta ha contado con unos celosos organizadores, conocidos como los Mayordomos de las Marías, puesto que suele pasar de padres a hijos, que son los encargados de que anualmente se cumple el conocido como Voto de Vergara y, además, velan para que esta tradición se mantenga fiel a sus orígenes. Los Mayordomos tienen sus propios estatutos, celebran tres reuniones al año y cada barrio tiene su representante que, mientras ostente ese cargo, no podrá tener otro de tipo político. Sus objetivos son organizar, dirigir, recaudar, administrar y poner todos los medios a su alcance para conseguir que la promesa que hicieron sus antepasados en la montaña de Vergara a la Virgen, hace dos siglos, se cumpla con fervor, respeto y devoción.

Con el fin de recaudar dinero para las fiestas, los Mayordomos recorren sus barrios o pagos repartiendo boletos y, con estos ingresos, hacen frente a los gastos de la fiesta. En los últimos tiempos, Ayuntamiento de Guía, Caja Insular de Ahorros, Gobierno de Canarias y algunas empresas colaboran con ellos para que todo salga bien.

Los Mayordomos y algunos colaboradores de la ciudad se encargan de confeccionar el programa y el cartel de la fiesta, cortan y traen las ramas de las medianías, adornan la fachada de la iglesia y el escenario del festival folclórico, tiran voladores en cada uno de los barrios a las ocho de la mañana del Día de las Marías, organizan y colaboran al máximo para que los tres actos más importantes de la fiesta, la rama, la función religiosa, procesión y la romería, se celebren con un contenido máximo de canariedad y respeto a la tradición y devoción a la Santísima Virgen.

Al final, todos los años se sienten felices y dichosos por haber sabido estar a la altura de un voto de sangre hecho por sus antepasados.

En 1974, el pueblo de Teror se levantó en contra del Obispo Infantes Florido




Basándose en una serie de principios, el obispo manifestó unas orientaciones pastorales referidas a las alhajas de la Virgen del Pino. En primer lugar, mencionaba la necesidad de que se hiciera un peritaje, un inventario valorado de los bienes preciosos que se conservaban en el Santuario de la Virgen del Pino. En cuanto a las joyas afirmaba que "por lo que se refiere a respetar la voluntad de aquellos donantes pretéritos a los que no podemos consultar sobre una posible reconversión de sus voluntades, estimo que por el momento, debe conservarse el tesoro devocional existente y legarlo a las nuevas generaciones".

En cuanto a nuevas donaciones, el obispo exhortaba a todos los devotos a que "sepan encauzar sus oblaciones para la Madre común, de forma que cada objeto precioso que su devoción le inspire entregar a la Virgen, lleve implícita su voluntad de que en un momento dado puedan destinarse a socorrer las necesidades del prójimo (...)".

Añadía que "en adelante, no se aceptará ninguna donación de objeto precioso al Santuario de la Virgen del Pino sin aceptación de este principio de comunicación cristiana de bienes".

El día 13 de ese mes, el obispo se encontraba en Teror y una comisión de vecinos, contrarios a sus propósitos, se dirigió a la Basílica, para entrevistarse con monseñor Infantes Florido. Se organizó un forcejeo entre el coadjutor de la Parroquia y el paje del obispo con los vecinos. Hubo agarrones y gritos e incluso uno de los ve cinos llevó una maleta para "facilitar el regreso a Sevilla del obispo". Finalmente, al terminar la misa que el obispo oficiaba, hubo reunión con los vecinos, que se tranquilizaron con las palabras de Infantes Florido.

Manifestó que la Virgen sólo estaría nueve días sin ropajes y joyas expuesta al público, que volvería a ser revestida si así lo requería el pueblo y que esos nueve días estaría cerrado el telón, por lo que para verla tendrían que subir hasta el
Camarín. Los ánimos se tranquilizaron, y pasados esos nueve días la Virgen del Pino fue revestida de nuevo con sus ro pajes y joyas.

Poco después de los incidentes, en la noche del 15 al 16 de enero de 1975, en el Santuario de Teror se cometió el robo sacrílego mayor que se ha cometido en Canarias. Los ladrones llegaron al Camarín de la Virgen a través del artesonado, ayudados por la oscuridad de la noche y por apagón eléctrico que duró unas tres horas. En unas cuatro horas, se cree; desvalijaron los armarios y quitaron sus joyas a la Virgen, comprobando incluso lo que era y lo que no era oro enagua regia.

Se llevaron todas las coronas, incluida la realizada en Las Palmas con motivo de la Coronación Canóniga de la Virgen del Pino, el 7 de septiembre de 1905.

La falta de un inventario, que pocos meses antes había pedido el propio Infantes Florido, hizo que no se pudiera saber con exactitud el valor material de lo robado, aunque lo que sí se supo es que su valor espiritual y religioso era enorme.

Afortunadamente, parte de las joyas las tenía la camarera de la Virgen en las Palmas y no fueron robadas. Aunque el robo se produjo hace más de treinta años, no se ha con seguido encontrar a los culpables.

La Virgen del Pino, por tanto, se quedó sin parte de sus joyas, que aunque parece que no tenían todo el valor material que se les aplicaba, sí tenía un gran contenido religioso y espiritual.

lunes, 18 de octubre de 2010

Iglesia Matriz de Santa María de Guía (Gran Canaria)
















El cuatro de febrero de 1480, casi a los dos años de dar comienzo la conquista de la isla, y por una cédula de los Reyes Católicos, se ordena al gobernador conquistador de ésta, Pedro de Vera, que reparta sus tierras y aguas "entre Caballeros y escuderos y marineros y otras personas que en la dicha isla están".

El veintinueve de abril de 1483 la isla de Gran Canaria queda incorporada definitivamente a la Corona de Castilla. Se consolida definitivamente la obra civilizadora y evangelizadora. Es cuando Pedro de Vera hace efectivo el reparto de las tierras entre hidalgos y militares que participaron en la conquista de la isla. Entre estos militares se encontraba Sancho de Vargas y Machuca, al cual le correspondió una loma que está situada en el noroeste de la isla, entre dos barrancos y muy próxima a la, hasta entonces, Corte de los guanartemes, en Agáldar.

Le profesaba tal personaje gran devoción a la Virgen, lo cual queda demostrado en Canarias por la fundación, a su costa, de dos ermitas a Nuestra Señora, en su advocación de La Guía, una en Tenerife, la cual daría lugar al pueblo de Guía de Isora, y la otra en la isla y tierras que ocupan este trabajo. En cuanto a esa advocación mariana y según creencia tradicional, se debe a que, durante la baja edad media, los navegantes que se aventuraban en el mar solían invocar el auxilio protector de la Virgen; acostumbraban a llamarla Nuestra Señora o Santa María de la Guía.

Concretándonos a la ermita que nos ocupa, en la mencionada loma, se calcula su fundación entre 1483, año del reparto de tierras, y 1509, año en que está fechado el testamento de Sancho de Vargas, en La Laguna; dice en él:

"ítem digo que por quanto yo edifiqué una iglesia que es en Gáldar, que se llama Santa María de la Guía é la doté de cierto tributo é un molino é tierras é agua é otras cosas que en este caso dejo el poder a mi hijo Juan de Vargas para que presente el clérigo é cobre la renta é pague é faga la fiesta como está asentado con el cura y este tributo que quede para siempre jamás".

En torno a esta ermita, fundada, pues, entre 1483 y 1509, muy pronto comenzó a apiñarse un grupo creciente de vecinos, según la tradición, procedentes del pueblo de Gáldar, por lo cual y dada la proximidad con éste (sólo dos kilómetros), deducimos que a comienzos del siglo XVI, lo que en la actualidad es el casco urbano de la Ciudad de Guía, era un caserío dependiente de Gáldar en las cuestiones administrativas parroquiales y municipales.

Esta población crece de tal manera en el primer cuarto del siglo XVI, que llega a equipararse en número a la de Gáldar; en 1526 llega a alcanzar la cifra de 120 a 140 vecinos, entendiéndose como tales sólo a los cabeza de familia. Por este motivo se designa para Guía una Alcaldía, vara alta de justicia, la cual recae en Fernando Alonso de la Guardia. De este modo. Guía, hasta este momento barrio de Gáldar, se independiza a efectos civiles del entonces único ayuntamiento de la zona.

No obstante, no acaba aquí todo lo referente a la época, pues años después, en 1533, siendo Obispo de Canarias Fray Juan de Salamanca, un real decreto de Carlos I y su madre doña Juana ordena la división de los beneficiados de Telde y Gáldar en dos cada uno de ellos, especificando que en cuanto al de Gáldar, debe quedar uno de ellos en la Iglesia de Santiago y el otro en la de Santa María de la Guía; este documento lo conocemos por una copia escrita con fecha 19-VIII-1828 por el entonces párroco Francisco de Quintana Amaral. De esta recién creada parroquia fue su primer beneficiado un sobrino del alcalde, llamado también Fernando Alonso.

A lo largo del citado siglo, el recién creado municipio (que tomaría el nombre advocativo de la Virgen titular del templo) sigue creciendo, lo cual viene motivado por la fertilidad de la vega de Gáldar-Guía, que atrae numerosos contingentes de población. A mediados de dicha centuria, ambas poblaciones han crecido considerablemente; en lo referente a Guía, queda de manifiesto en un documento de la época rescatado por Morales Padrón, en el cual dice, entre otros datos:

"Este es un lugar poblado y de mucho lucimiento de edificio, que tendrá más de 500 casas, todas habitadas de moradores naturales. Hay en este lugar muchas personas nobles y hacendadas; tiene muchas aguas y grande frescura y recreación de huertas y arboledas, cantidad de viñas, trigo, centeno, cebada y millo; tiene su parroquia de Sancta María la Mayor (con respecto a esta advocación, es conveniente aclarar que, desde su fundación y a lo largo de su historia, muchos visitantes la han llamado con otros nombres, tales como Nuestra Señora de la Asunción, de Agosto o éste de la Mayor, pero el original es el de "la Guía") con un beneficiado de oposición que le rentará 350 ducados".

Como vemos, la población de Guía aumentó a lo largo del siglo XVI, lo cual, hacia fines de dicha centuria, hace que el templo quede insuficiente para albergar al creciente número de fieles. Si a esto unimos el que la vejez del edificio se hacía patente, pues en una carta con fecha 26-11-1602 del provisor Dr. Gonzalo Hernández Medina dice que por ese entonces la iglesia se encontraba apuntalada, se puede explicar que, a comienzos del siglo XVII se prepare lo conveniente para su reedificación y ampliación.

Es de señalar que casos similares al de Guía ocurrieron en otras poblaciones, como sucede con Gáldar, Telde, Teror, etc., y sus respectivos templos parroquiales.

Para comenzar esta empresa, el mismo Gonzalo Hernández de Medina nombra Mayordomo de la iglesia de Santa María de Guía al entonces regidor de Gran Canaria, Nicolás de Franquis, y superintendente en la Fábrica a Alonso Gómez Castrillo.

En 1607 ya se estaba trabajando en el nuevo templo parroquial, que se construyó en el mismo solar del primitivo, pues en una cuenta que aparece en el Libro 1 de Fábrica que se guarda en el Archivo Parroquial, constan 151 reales dados al albañil y cantero Marcos Báez por tejar la Capilla Mayor; así mismo en el propio documento se incluyen "15 reales y medio dados a Felis e Marcos e a sus compañeros para serrar los tirantes".

Según Pérez Navarro, el 26 de octubre de 1619 se trasladan los cultos, a fin de facilitar el proceso de la construcción del nuevo templo. Las obras de éste, sin embargo, marchan a un ritmo lento, debido a una serie de discordias entré los patronos y los vecinos del pueblo; así lo dice el obispo Cristóbal de la Cámara y Murga en un sínodo de 1629 en su parte referente a la entonces Villa de Guía: "Hay Beneficio y buena Yglesia, pero de poca fábrica". Este dato coincide con el hecho de que en los libros de fábrica parroquial apenas existen datos interesantes acerca de su construcción por esos años. Tan fuerte debió ser la discordia entre patronos y vecinos, que el propio obispo de la Cámara y Murga amenaza con dar licencia a los vecinos de la Villa para que las obras las realizasen directamente, exonerando a los patronos de los derechos que ostentaban sobre la fábrica del templo. Durante el largo espacio de tiempo en que la construcción de la iglesia estuvo puesta en manos de los vecinos, los hechos más notables que se realizaron en ésta fueron: artesonado de la Capilla de Nuestra Señora de Guía (Capilla colateral del Evangelio), arco de unión de la Capilla Mayor a la de Nuestra Señora del Rosario (Capilla colateral de la Epístola) y, sobre todo, la arquería interior del edificio, para lo cual se establece contacto con Antón Pérez, oficial de carpintería y albañilería y vecino de Las Palmas; en el testamento de dicho artesano, fechado en 1666, desea que Luis Báez Marichal prosiga las obras de la parroquia de Santa María de Guía, caso de que él muriera antes de finalizarlas.

Luis Báez Marichal era hermano de Marcos Báez, el cantero-albañil que, como sabemos, ya en 1607 se encuentra trabajando en la iglesia. Con la obra de Antón Pérez, efectuada en la segunda mitad del siglo XVII, el templo que se construye va adquiriendo estructura de planta basilical.

El conjunto que existía en ese entonces en su interior es, aproximadamente, el que vemos en la actualidad, si exceptuamos algunos detalles que se irían añadiendo o reformando con posterioridad. Así, pues, el interior del templo desde fines del Seiscientos es el siguiente: Planta basilical de tres naves, acabadas en dos capillas colaterales las de los extremos y en presbiterio y capilla mayor la central. Por diversas devociones particulares, dicha planta se vería aumentada por tres capillas laterales, dos que comunican con "la nave de la Epístola y la tercera con la del Evangelio. Ciñéndonos a la labor de Antón Pérez, ésta consiste en dos series de columnas de orden toscano (influencia renacentista que, por efectos de la distancia geográfica, en un siglo XVII avanzado se sigue utilizando en el Archipiélago), de escasa altura, que arrancan partiendo de bases cuadrangulares. Sobre ellas y enlazándolas se disponen arcos de medio punto. Todo este conjunto está realizado en cantería gris.

Completa la visión del interior un arco apuntado que comunica la nave central con el presbiterio, arco que debe su forma, no a la tradición gótica a la que debería pertenecer, pues se construyó en un siglo XVII avanzado, sino a una idea de darle más espacialidad a la unión nave central-presbiterio.

Cuando, ya mediado el siglo XVIII, el interior del templo se encuentra prácticamente construido, se procede a la realización del acceso principal al recinto. Desde siempre se ha atribuido al propio José Lujan Pérez, natural de Guía, la realización de esta obra, aunque éste es un dato que viene de tradición oral. No se han encontrado datos de archivo clarificadores al respecto. Ni el contemporáneo Viera y Clavijo cita en su Historia de Canarias detalles de esta realización. Si los planos del frontis parroquial datan de los mismos años que otros dos majestuosos levantados en Gran Canaria, como son el de Santiago de Gáldar (comenzado en 1778) y el de la Catedral de Canarias (donde, desde 1781 se está trabajando en él), resulta difícil pensar que por esa época, en que Lujan apenas había alcanzado el cuarto de siglo de vida y comenzaba su labor escultórica, en la que tanto destacó, se ocupara de una obra de tal envergadura. De todos modos, no resulta descabellado el suponer la mano de Lujan Pérez en semejante obra por lo siguiente:

Acabado de construir el interior del templo desde bastantes años anteriores (las obras transcurrieron de manera muy lenta a lo largo de casi dos siglos), el pueblo guíense esperaría ansioso el momento en que, por fin, pudiera ver su templo parroquial totalmente acabado.

Esta sería una ilusión de la que no escaparía el propio José Lujan, el cual, valiéndose de su ardiente iniciativa creadora, pudo haberse prestado a colaborar en las obras del frontis. Un segundo dato que nos puede hacer llegar a esta teoría se podría definir como el orgullo personal de un pueblo; nos explicaremos: si por ese entonces, el tinerfeño Diego Nicolás Eduardo había dado comienzo a las obras del frontis parroquial de Santiago, en la vecina villa de Gáldar, no es extraño que los guienses, para no quedarse atrás, y debido a la célebre rivalidad de ambos municipios, que arranca del siglo XVI, intentara acelerar el comienzo de la empresa de su propio frontis parroquial, y para ello encargan su realización a este artista local que demuestra interés y valía para levantar semejante obra.

Una última premisa que puede explicar la paternidad de Lujan en dicha obra se define como motivación económica: durante los años 1769 a 1779, en el noroeste grancanario se produce una serie de lluvias que provocan auge en las cosechas, de lo cual se benefician sobre todo Gáldar y Guía. Como sabemos, el pueblo galdense llama por ese entonces a Eduardo, que llega desde Tenerife para acabar el templo jacobeo, hecho que supondría para la fábrica parroquial un desembolso considerable. Pero en 1779 esa etapa de buenas cosechas acaba, pues, según los estudios de Martín Ruiz, en ese año llega una plaga de langostas que desaparecía enseguida, para volver tres años después, lo cual, unido a una epidemia de viruela procedente de Tenerife, hace que la población del noroeste tenga escasos ánimos a comienzos de la década de 1780. Por ello y también por la pobreza de medios, como la fábrica parroquial de Santa María de
Guía no podía costear la labor de un arquitecto consagrado de antemano, es muy posible que no desechaba la ayuda de un joven local de algo más de veinte años que se ofrecía para colaborar en dicha obra. Sería conveniente especificar que si Lujan no estaba capacitado para dirigir las obras del templo por ese entonces, que era lo más probable, no resulta ilógico que al menos el diseño del frontis sea suyo; así lo piensa Pedro González Sosa, cronista oficial de la ciudad de Guía.

El frontis parroquial consiste en una gran portada-pantalla o escenografía en la que están combinados perfectamente dos estilos arquitectónicos: el barroco y el neoclásico. En un momento en que exteriores de los templos insulares se embellecen de manera muy sencilla, pues el recarga miento acostumbra a localizarse en el interior, el frontis de una parroquia como la guíense sólo tiene parangón con el de la ya citada de Santiago de la ciudad de Gáldar, así como con el de la Catedral de Canarias y con el de la parroquia de San Sebastián de la villa de Agüimes, trío en el que trabajó Diego Nicolás Eduardo. La construcción de semejante obra se puede explicar por la situación histórica por la que atravesaba la villa de Guía. Dice de ella Viera y Clavijo: "Es sitio alegre y de buenas aguas, intitulase villa, y sin duda es el pueblo mejor y de más lustre después de la capital. Su iglesia es de tres naves, bien adornada y servida de un beneficiado provisión de S.M.". Vemos así la buena reputación que Guía tenía en el tercer tercio del siglo XVIII, lo cual queda reflejado en la realización de un frontis parroquial de tal envergadura (desde la edad media europea hasta épocas francamente recientes, un pueblo demostraba su categoría en la apariencia de su iglesia principal).

Se trata la mencionada fachada de un cuerpo central flanqueado por dos esbeltas torres. En el conjunto juega gran papel la alternancia de elementos de piedra con paramentos blancos. El cuerpo central es la parte barroquizante del conjunto (barroco rezagado), y se divide en tres calles, separadas entre sí por pilastras de cantería de orden gigante; en cada una de estas calles se encuentra una puerta de entrada. Coronando el conjunto, destaca una elegante cornisa curvilínea que le da movilidad al conjunto. Las torres, idénticas entre sí, se construyeron con posterioridad al cuerpo central, y sobre ellas no cabe duda la dirección de Lujan Pérez si comparamos el cuerpo superior de ambas torres con el de las dos de la Catedral de Canarias, obra con toda seguridad del artista guíense; las torres están realizadas en su totalidad en estilo neoclásico, lo cual se comprende con el movimiento cultural que en ese momento vivía Occidente.

Al cumplirse el primer tercio del siglo XIX las torres están ya finalizadas, con lo cual lo está también el templo de Santa María de Guía. Esta prolongadísima labor de más de dos siglos, que a tantas generaciones ocupó, queda rematada con la colocación de la campana y del reloj que figuran en cada una de las dos torres del templo. La primera de estas donaciones, la campana, fue donativo del canónigo Pedro Gordillo y Ramos cuando este personaje, hijo de Guía, ya se encontraba exiliado en Cuba. Está colocada en la torre de Naciente, y se inauguró el 8 de noviembre de 1836, como está plasmado en el Archivo Parroquial. El reloj fue inaugurado el 26 de julio de 1838; es de dos esferas y, llegado de Londres, se instaló en la torre Poniente, desde la cual señala el paso del tiempo a la población guíense; fue costeado por el propio Lujan, pues así lo había especificado el imaginero en su testamento. A este reloj y con motivo de su inauguración, el poeta Graciliano Afonso dedicó un soneto, el cual puede leerse en una lápida colocada al pie de la citada torre.

El interior del templo, como ya vimos, es de tres naves, que en la actualidad se llaman, de derecha a izquierda, del Carmen, Central y de Las Mercedes; las tres se encuentran separadas entre sí por cuatro pares de columnas toscanas que realizara en el siglo XVII Antón Pérez, como sabemos. El templo, que desde su construcción tendría estas tres naves, sería ampliado con posterioridad con tres capillas laterales y complementado con algunos retablos de pequeñas dimensiones; de todo ello destacan las capillas del Calvario y de San José.

La capilla del Calvario, situada en la parte derecha del templo, data del siglo XVII. Es de grandes dimensiones (7 metros de anchura por 6 de fondo) y está cubierta por artesonado mudéjar. Tiene un retablo historicista añadido con posterioridad, donde se conjugan elementos clásicos y neogóticos. En esta capilla se pueden admirar siete esculturas del ciclo de Pasión, de tamaño natural, de las cuales cinco son del ya citado imaginero guíense José Lujan Pérez: son éstas un Cristo predicador, un Cristo de la Oración del Huerto, una Dolorosa, (éstas tres imágenes de vestir), un Cristo atado a la Columna y un Crucificado (ambas de talla completa); las dos imágenes restantes son un Jesús Nazareno (de autor anónimo) y San Juan Evangelista, talla del escultor palmero Arsenio de las Casas, ambas son imágenes de vestir.

Situada frente a la capilla del Calvario se encuentra la capilla de San José, ésta de pequeñas dimensiones. Fue fundada en 1740 por el beneficiado que en aquel entonces regía la Parroquia, Baltasar José Rodríguez Denis. En ella destaca el retablo, rococó de tres calles. Sobre la hornacina del santo titular podemos ver otra más pequeña en la que se encuentra una figurilla antigua de Virgen arrodillada; a ambos lados de ella, y ya sobre las dos calles laterales, se aprecian en dos rocallas de madera las pinturas de busto de San Juan Evangelista (derecha) y San Pascual Bailón (izquierda).
Bajo ellas y coincidiendo con el nivel de la imagen de San José, están incorporados dos cuadros que datan del mismo momento de la fundación de la capilla: en la pintura de la derecha vemos el retrato del citado beneficiado Rodríguez Denis junto a un recuadro (en la esquina superior izquierda del lienzo) del santo titular de la capilla; esta pintura de San José parece estar realizada por el pintor Cristóbal Hernández de Quintana; en el lienzo de la izquierda, que tiene composición simétrica a la anterior, está retratado el canónigo de la Catedral, coetáneo del otro personaje, Juan Denis de Quintana; junto a él un recuadro de la Virgen de Candelaria.

Sobre las tres puertas de entrada al templo y ya en su parte interior se extiende el coro; está éste realizado totalmente en madera sin policromar y tiene tendencia barroca, como lo demuestra en el avanzamiento de su baranda abalaustrada. En su centro se encuentra el órgano, inaugurado en 1900 por el compositor francés Camilo Saint-Saéns.

Presidiendo el interior aparece el retablo mayor, realizado hacia 1799 por el propio Lujan. Está catalogado como barroco rezagado por la movilidad manifiesta en el arco mixtilíneo del arco central, en el entablamento arqueado y en el abolutamiento de los arbotantes. El cuerpo superior, o remate, ya enlaza sin embargo, con el neoclásico. Dos son las imágenes que aparecen en dicho retablo: A través del vano central, que comunica con el camarín, se asoma al altar mayor la imagen de Santa María de Guía llamada popularmente la Virgen de Guía, titular del templo y Patrona de la Ciudad. Data del siglo XVI y es de tamaño natural; tiene rasgos arcaisantes en su composición hierática que le dan un aspecto solemne, aunque la imagen no está exenta de un cierto aire de dulzura. El Niño Jesús que sostiene la Virgen en su regazo, por sus caracteres más naturalistas, parece realizado con posterioridad, quizá en el siglo XVIII. La Virgen es imagen de vestir; el Niño, aunque de talla completa se haya vestido con idénticas telas que la Virgen.

La otra imagen del altar-retablo mayor está ubicada en el segundo cuerpo de éste, y se trata de un Crucificado que, al igual que el de la capilla del Calvario, es obra de Lujan.

En la capilla colateral del Evangelio, llamada actualmente de las Mercedes, se encuentra la talla del mismo nombre, magnífico grupo escultórico realizado por el citado imaginero guíense hacia 1802 en madera de cedro.

Como muestra del arte popular, anónimo, en un retablo de la nave de Las Mercedes pdemos apreciar una pequeña imagen de Santa Lucía, imagen antigua, de candelero, en la que resalta la gran frontalidad de su traza.

El templo de Santa María de Guía fue consagrado canónicamente en 1920, y por ese motivo fue sometido, por ese entonces, a una labor de embellecimiento, como es la colocación de vidrieras, bancos nuevos y, sobre todo, la realización del pulpito actual, trabajado en tea por el escultor Eduardo Gregorio.

Con otra importante adquisición se enriquece, en 1947, el patrimonio artístico del templo, como es el Sepulcro del Cristo Yacente y la imagen de éste; ambas obras son del escultor de Agaete José de Armas Medina. Contiene el conjunto del Sepulcro: doce recuadros tallados, a manera de friso, representando escenas de la Pasión; doce figurillas de Apóstoles y otras cuatro, a igual escala, que representan personajes relacionados con la Pasión; el llamado "Ángel del dolor" que, a manera de remate,
corona el conjunto; por último, cuatro ángeles en las cuatro esquinas del Sepulcro, de tamaño algo mayor que las restantes figurillas. El Cristo Yacente tiene tamaño natural.

En 1955 llega al Templo el baldaquino de plata labrada de la Virgen de Guía, interesante obra de orfebrería que, procedente de talleres peninsulares se convertiría en inseparable de dicha imagen. A este baldaquino se le incorporarían un sol y una media luna del mismo metal que ya acompañaban a la Virgen desde el siglo XVIII.

Desde fines de los años 50 y durante toda la década de los 60 se está trabajando en el adecentamiento del Camarín de la Virgen. El resultado es una obra ecléctica inspirada en el rococó y en el mudejar, estilo arquitectónico este último que tanto arraigo alcanzó en Canarias. Colaboraron en el Camarín los artistas locales Juan Serrano, Pedro Mendoza y Juana López. Se inauguró en mayo de 1972 y está concebido actualmente como un Museo Parroquial, pues no sólo acoge los ornamentos de la Patrona, sino que, para su ubicación en él, fueron restauradas algunas tallas y pinturas que se encontraban en mal estado y fuera del culto; además, se ve incrementado por otras aportaciones, como es el caso del Crucificado obra del también escultor guíense Cayetano Guerra.

En julio de 1981 y en Consejo de ministros, el templo es declarado monumento histórico artístico con carácter nacional.