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martes, 30 de noviembre de 2010

Un Santuario de Pinos, Dragos y Culantrillos




Dicen las crónicas de la Conquista que la zona ocupada hoy por la Villa Mariana de Teror era entonces un inmenso bosque de vistosos árboles y varias fuentes, empleado comunmente por los pastores para llevar sus ganados a pastar. Dicen también las crónicas que en 1481, dos años antes de que Gran Canaria fuera conquistada y pasara definitivamente a las manos de los Reyes Católicos, varios pastores habían observado unas extrañas luces en un pino que sobresalía entre los demás árboles del bosque.

Como quiera que muchos nativos habían adquirido la costumbre de bajar a la veguetilla del Real de Las Palmas y allí intercambiar alimentos o bien convertirse a la nueva religión, alguno de estos pastores debió comentar a los misioneros los extraños sucesos del bosque de Terori o Aterura, que nunca quedó claro cuál era su correcta denomina cion.

El Obispo Frías abandonó por unos días sus preocupaciones como copartícipe de la conquista y se encaminó hacia donde le indicaran los canarios. Parece que llegó al pino la tarde del 8 de septiembre de aquel año de 1481, fecha que, desde entonces, hace ya más de 500 años, se celebra el encuentro. Los relatos hablan de que Obispo y seguidores no lograban ver nada extraño, por lo que se decidió que subiera mediante cuerdas uno de los soldados. Al llegar a media altura del enorme pino, este soldado no pudo salir de su asombro: contemplaba una pequeña imagen de apenas un metro de altura colocada entre tres dragos nacidos sobre una de las cuatro gruesas ramas del pino. A los pies de la imagen un manto de culantrillos y una especie de laja o piedra con las huellas de unos pies.

Según descripciones de la época, vestía la virgen una túnica blanca y el manto azul, mientras con su brazo izquierdo recogía al niño Dios.

De regreso a la ciudad, el Obispo Frías señaló el bosque de Teror como sagrado.

La aparición de la virgen, sin embargo, determinará la paulatina desaparición de aquel pino y el magnífico bosque de laurisilva que cubría toda la zona. Se extendió la creencia de que todo el pino tenía propiedades curativas; así, sus piñas y su resina poseían efectos terapéuticos según se decía mientras que la gente arrancaba trozos de corteza para llevarlas como reliquias a sus casas. Junto a sus raíces había un manantial de aguas a las que le adjudicaban idénticas propiedades; las piñas las recogían lanzándole pedradas. De esa época ya datan las peregrinaciones fervorosas desde todos los puntos de Gran Canaria hacia el lugar donde había aparecido Nuestra Señora. En honor a la veracidad, distintos tribunales de la época dictaminaron y consideraron muchos casos de curación como milagrosos.

Llegados a este extremo, el Obispo Cristóbal de la Cámara y Murga ordenó rodear el pino con un muro para su preservación. Sin embargo, al construirse una pequeña ermita bajo la sombra del árbol, se decidió que las campanas fueran colocadas en alguna de sus ramas, lo que determinaría con el tiempo la ruina definitiva del pino. Un vendaval aparecido en las Islas en abril de 1684 tumbó al pino ya resquebrajado por el peso de las campanas; aunque éstas fueron descolocadas a tiempo, sólo se logró que el inmenso ejemplar no cayera sobre la ermita.

Por otra parte, al irse convirtiendo Teror en centro religioso de la isla de Gran Canaria, la población va creciendo junto a las cada vez mayores necesidades de espacio para cultivos y hogares. El bosque, por tanto, acabó desapareciendo.

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