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jueves, 13 de enero de 2011

El Excelso Cristo canario: Detalles del Santísimo Cristo de Telde


Es para mi un placer dedicar las siguientes líneas al Excelso Cristo canario, al Cristo que levanta pasiones, al Santísimo Cristo de Telde.

Tras la conquista de la isla de Gran Canaria, las tierras fueron partidas entre aquellas personas que habían impulsado correctamente y económicamente la contienda militar de la época.

El relato popular cuenta que "su fábrica fue en las Indias Occidentales de manos de los españoles, que allá se hubo de los primeros frutos de vino y azúcar de esta isla y Lugar de Telde en las primeras poblaciones de Indias; su materia es fungosa, papirea o bombicinea, del corazón de piñas de maíz, semejante al blanco del corazón del ramo de la higuera, del junco o hinojo".

Denominado también, Cristo del Altar Mayor, llegó a la Basílica de San Juan Bautista, sustituyendo así al antiguo crucificado que allí se encontraba.

A partir del siglo XVIII, cuando se coloca el nuevo retablo y el Cristo en lo más alto, es cuando empiezan a constar en el archivo las "Bajadas" del Cristo, la primera en 1770 y aparece concretamente en una instancia, pues antes carecían de sentido.

Hasta que en el siglo pasado, durante el episcopado del obispo Antonio Pildain Zapiain, se autorizó la bajada del Cristo todos los años para su festividad en Septiembre y no únicamente por rogativas, éstas siempre fueron motivadas por una imperiosa necesidad popular. Las bajadas del Cristo, desde 1770, se hacían únicamente por rogativas, es decir, para rogarle al Cristo por algo concreto, aunque también con motivo de la guerra mundial y la civil española.

La primera procesión del Excelso Cristo canario fue en 1763 que fue una procesión circular, con vísperas, tercia y misas.

Entre las donaciones que el fervor popular ha hecho a la imagen destaca la cruz de tea del país forrada de plata. Con respecto a la diadema, forma parte de los fondos del museo parroquial exclusivo. El fervor al Santísimo Cristo ha ido en aumento con el paso de los siglos, aumentando su ajuar de forma notoria como queda patente en la reciente donación de los cuatro fanales de plata que iluminan su trono.

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