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miércoles, 16 de marzo de 2011

¿Fue donada la imagen de Nuestra Señora de la Soledad de la Portería Coronada por la Reina Isabel l?


La imagen de Nuestra Señora de la Soledad de la Portería de la Parroquia San Francisco del barrio de Triana en Las Palmas de Gran Canaria, es en sus facciones y porte el trasunto exacto de la Reina Doña Isabel la Católica, que fue quien la donó al convento de la Orden Seráfica de Las Palmas de Gran Canaria.


Por Bula de Inocencio VIII de 13 de diciembre de 1486 se concedió a los Reyes Católicos y a sus sucesores el Patronato de todas las iglesias y conventos que fundaran y erigieran en el Reino de Granada y en las Islas Canarias. En dicha Bula se imponía a Sus Altezas, entre otras obligaciones, la de conceder a dichos centros religiosos bienes y recursos para su digno vivir y para el desarrollo de las misiones a ellos confiadas.


Después de dicha Bula, el primer convento que fundaron los Reyes fue el de San Francisco de Las Palmas y no es posible desechar seriamente nuestro supuesto de que fue la propia Reina la que donó y envió al convento la imagen venerada de la Virgen de la Soledad aquí sobrenombrada, "de la Portería". Se piensa que fueron los buenos frailes los que solicitaron de Su Alteza el envío de una imagen de la Virgen para el oratorio de su Portería y que al corresponder la Soberana a tal petición, el escultor se inspiró en las facciones de la Soberana.


Cuando los frailes formularon su petición aún no estaba terminada la iglesia conventual y ejercían los actos de culto en 1a Portería y a ella, a la pequeña capilla de la Portería, fue destinada la Virgen y en ella permaneció durante varias centurias hasta la exclaustración de los frailes franciscanos.


La imagen, cubierta con el vestido que usaban las damas castellanas del Siglo XV, es el trasunto exacto en sus facciones de la Reina doña Isabel. No es la imagen ciertamente, una obra maestra pero no es tampoco un imperfecto producto de una gubia inexperta o incompetente. Tiene tal señorío y majestad en su porte y presenta en su rostro tales rasgos, bien acentuados de semejanza con el de la Reina que su parecido es muy cercano a la exactitud.


Y a nadie se le oculta que fue costumbre de los escultores del siglo XV y XVI, al recibir un encargo de una imagen que habría de ser donada a alguna iglesia o convento copiar el rostro del donante.

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